Nada..Nada. Crítca. Imprimir
Escrito por José R. Díaz Sande   
Sábado, 17 de Abril de 2010 10:05
NADA… NADA
(DANZA)

[2004-12-02]
LOS NIÑOS, ESPECTADORES CUALIFICADOS
UN MARAVILLOSO ESPECTÁCULO IMPREGNADO DE MAGIA
Y CON GRAN PODER EVOCADOR.

NADA… NADA

(DANZA)

LOS NIÑOS, ESPECTADORES CUALIFICADOS

UN MARAVILLOSO ESPECTÁCULO IMPREGNADO DE MAGIA
Y CON GRAN PODER EVOCADOR.



Título: Nada… Nada.
Dramaturgia: Enrique Cabrera y El Nudo Compañía Teatral.
Dirección coreográfica: Enrique Cabrera.
Asistente coreográfica: Marta Sainz Toledo.
Música Original: Mariano P. Lozano, Pascal Gaigne.
Música clásica: Albenoni, Vivaldi, Albéniz.
Escenografía y vestuario: Elisa Sanz.
Diseño y realización de muñecos: El Nucleo Compañía Teatral / Ricardo Vergne.
Iluminación: Pedro Yagüe.
Asesoramiento Pedagógico: Gabriela Fuster.
Diseño gráfico: Gara Koan.
Fotografía: Diego Ortiz.
Intérpretes (bailarinas): Begoña Frutos, Billie Pérez, Maite Gámez S., Marta Sainz Toledo, Mireia Sans Aleu, Adriana Sulzer.
Estreno absoluto en Madrid: Teatro de la Abadía (Sala José Luis Alonso), 23 de noviembre de 2004.

Nada… Nada es título ambiguo y va desde un significado de el no ser o cosa mínima hasta el acto físico de nadar o lo que es lo mismo bracear sobre la superficie o bien sumergirse en las profundidades del océano. En opinión de los creadores, las dos interpretaciones son válidas.

Que el agua está presente es palpable. Un barco de papel inicia una travesía con una pescadora y a partir de lo que “pesca” (no se lo desvelo) nos sumergimos en las profundidades del océano con pequeñas historias que surgen entre los seres humanos, los seres mitológicos como las sirenas y los variopintos animales marinos. Todo ellos entablan una relación amorosa y amable a través de la danza entre las buceadoras, bañistas, algas, ,crustáceos y demás imaginarios seres marinos.

Para recrear ese imaginativo mundo se apoya en dos estilos teatrales: la danza contemporánea y los títeres, preferentemente el de varillas (Bunraku). Una perfecta conjunción que consigue un maravilloso espectáculo, impregnado de magia y con un gran poder evocador. Es un perfecto ejemplo de lo que se ha llamado, semiológicamente, la no alienación de la imagen. Es decir, la Compañía Aracaladanza (España) en colaboración con El Nudo Compañía Teatral (Argentina), han sabido crear imágenes abiertas a la imaginación de cada espectador.

Otro de las virtudes es la perfección formal y de buen gusto en la elección de todos los elementos, así como la limpieza en la ejecución de los movimientos tanto de las bailarinas como en el manejo de los títeres. Unas y otros llegan a cobrar vida propia e independiente, construyendo caracteres muy bien definidos.

Más virtudes aún: el buen dominio de los diversos escenarios, con mínimos elementos de corte muy teatral, muy imaginativo y muy propio de la fantasía infantil, capaz de aplicarle a un globo infinitas personalidades. En nuestro caso nadie podría imaginar que un simple globo verde se convirtiese en alga o las económicas tarlatanas – imitadoras del tul – cobrasen diversas personalidades: vaporosas faldas, medusas… o los aros de los miriñaques terminasen por ser bocas de crustáceos… Y después está la coquetería y ternura de los peces y “pezqueñines” que curiosean, escapan o propinan furtivos a las buceadoras. No falta la gracia, ironía y humor de un rojo langostino – émulo de aquel otro cantarín de la película de animación de “La sirenita” - que cambia su infantil juego de mantener el equilibrio sobre una pelota por la enamorada persecución de una submarinista. Un langostino lleno de gracia y picardía.

Cada número está conseguido en los dos aspectos citados, pero descuella con especial protagonismo el aflamencado baile, con música de Isaac Albéniz, entre la bailarina-medusa y las tres ostras. Posiblemente es de las danzas mejor conseguidas. Se trata de un solo inspirado en el baile flamenco en sus movimientos más estilizados. Danza sin desplazamiento, sino sobre la línea de la verticalidad y en relación con las tres ostras gigantes que – y vuelve la inspirada imaginación – se convierten en castañuelas, peineta o “partenaires” flamencos. A parte del humor que rezuma y de la precisión conjunta de la bailarina, mantiene un continuo interés por la multiplicidad semiótica de las simpáticas y carcajeantes ostras. En esta línea de abrir las mentes a la imaginación está el sencillo número de las buceadoras con amarillo traje submarinista y amarillas aletas – desafío a la superstición teatral - , que marcan unos estáticos movimientos muy controlados y consiguen una simbiosis entre lo humano y lo marino, al evocar con sus piernas y aletas juntas la cola de la sirena que nos visitará más adelante.

Y ya que estamos con la sirena, posiblemente este es el número – al menos para mí como adulto, no sé si para los niños – más torpe de ritmo y de evocación. Nada hay que objetar a su deslizamiento sobre el fluido, pero resulta lento y con una historia que nada nos dice. Se despega un poco del ingenio manifestado en el resto del especáculo.

Dentro de toda esta imaginación desbordante en la que las luces y el vestuario cumplen el requisito del buen gusto por su equilibrio y belleza, Nada…nada cuenta con un elemento didáctico o brechtiano, según se quiera entender. Los títeres poseen la fuerza, en los niños y en los mayores, de saltar por encima de su propia construcción material y llegar a conseguir tal personalidad que terminan por ser unas personitas más. Aquí la representación descubre la tramoya. Vemos, a luz plena, cómo se manipulan los pececitos. Ello no es óbice para que conocido el truco, se vuelva a entrar en la fantasía cuando, la adecuada iluminación y el negro terciopelo de los trajes – la técnica se basa en el ya conocido Teatro Negro de Praga y en La Linterna Mágica – ponen manos a la obra.

Es un espectáculo fascinante y en el que se trata al niño como niño y no como tonto o simple. Enrique Cabrera – el “fac totum” de este mundo tan imaginativo – parece creer en la inteligencia infantil y su grado de fantasear e ir más allá de lo que una imagen pueda ofrecer.

Hay que alabar también la selección de las músicas. Clásico – Albenoni y Vivaldi- para abrir y cerrar y música original, con humorísticos, acorde con la plasticidad de la imagen. Muy adecuada la música de Isaac Albéniz – el tercer clásico – para la mencionada flamencada bajo el mar.

Una virtud con respecto a la danza contemporánea que Enrique Cabrera posee es la de componer movimientos y líneas, así como estructuración corporal del conjunto que está al servicio de ideas dramáticas concretas pero con un gran poder de sugerencia, así como el uso de los objetos de transformación sucesiva, integrados en el mismo complejo de la danza. Esto además de proporcionarle el ritmo adecuado – prácticamente en ningún momento decae – consigue una total unidad de todos los elementos usados.

La duración del espectáculo es adecuada a la que un niño entre los 3 y los 10 años soporta. Son unos 50 minutos aproximadamente, pero sorprende la cantidad de cosas que nos ha contado.

Como juicio global, las diversas situaciones planteadas me reenvían al mundo de la animación fílmica para niños de todos los tiempos. En esas películas suele haber una historia central, pero después se pueblan de secuencias en las que suceden las más fantasiosas relaciones entre humanos y demás vivientes. Bien, son este tipo de secuencias las que hilvana el espectáculo.

Quienes tienen que opinar más que yo, son los niños. Asistí a una sesión plagada de tales infantes e infantitos. Me sorprendió el silencio absoluto y una atención como nunca he visto en un niño. Interprételo cada uno como quiera. Pero el que un niño no se mueva o se aísle en la imagen es que navegaron con su fantasía. El silencio sí lo sentí roto por un lamento detrás de mí de un niño de unos tres años. Manifestaba su miedo al paso de unos seres – recordaban brazos humanos en el aire – en el fondo del escenario. También podría ser la excesiva oscuridad.

Nada… nada supone la introducción de la danza contemporánea – ese arte del que algunos piensan que no hay quien lo entienda – en el mundo infantil. También descubre que la capacidad del niño está preparada para algo más que la historia concreta y narrativa. Y lo más importante, se consigue que la imaginación vuele.

Más información

           ARACALADANZA VUELVE AL TEATRO DE LA ABADÍA con ¡NADA… NADA!

           TEATRO DE LA ABADÍA PARA NIÑOS - ¡NADA… NADA!

 
 


José Ramón Díaz Sande
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Última actualización el Jueves, 13 de Mayo de 2010 09:31