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Las bodas de Figaro.Lliure.Critica 2017 PDF Imprimir E-mail
Escrito por Jerónimo López Mozo   
Domingo, 12 de Febrero de 2017 21:44

LAS BODAS DE FIGARO
EL DÍA DE LAS LOCURAS

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   AINA SÁNCHEZ / MARCEL BORRÁS
FOTO: ROS RIBAS

No es frecuente que un espectáculo se reponga al cabo de veintiocho años sin más cambios que algún pequeño retoque en el texto y la sustitución de los intérpretes, exigida por el inevitable relevo generacional. Quizás el caso más parecido sea el de las numerosas reposiciones que durante más de medio siglo conoció el Arlequín, servidor de dos patrones dirigido por Giorgio Strehler en el Piccolo Teatro de Milán. En el que nos ocupa se da la circunstancia que, de la reconstrucción de la puesta en escena, se ha ocupado una persona distinta a quien la concibió, pues ésta murió apenas dos años después de su estreno. Estamos hablando de Las bodas de Fígaro, de Caron de Beaumarchais, estrenada en catalán con el título de Les noces de Figaro en febrero de 1989 en el Teatre Lliure, dirigida por Fabiá Puigserver, quien también diseño la escenografía. La conmemoración del cuarenta aniversario de la fundación del Lliure ha propiciado su recuperación, ahora en castellano.

De aquella histórica puesta en escena cabe recordar que la traducción al catalán era de Francesc Nel.lo; el vestuario, de César Olivar; la música de Josep María Arrizabalaga; la iluminación, de Xavier Clot; y que, a la cabeza del reparto, figuraban Lluis Homar (Fígaro), Anna Lizarán (Condesa Almaviva), Jordi Bosch (Conde Almaviva) y Emma Vilarasau (Susana). También hay que señalar que en 1994, no mucho después de la muerte del director y escenógrafo, su puesta en escena fue presentada en el teatro de la Comedia, de Madrid, en esa ocasión traducida al castellano por José María Valverde. La vuelta al mismo escenario de aquel montaje tal como fue concebido, salvo que ahora la traducción del texto es de Pau Miró, tiene algo de resurrección y revalorización ejecutada por quien mejor y con más respeto podía hacerlo, que no es otro que Lluis Homar. No en vano es uno de los depositarios de las esencias del Lliure, amén del primer intérprete de Fígaro.

Tal fidelidad al original nos anima a remitirnos, para el análisis del actual espectáculo, a los que se hicieron con ocasión de sus anteriores representaciones, sin más añadido que el juicio sobre el trabajo actoral, pues de los primitivos intérpretes solo sigue en activo Mónica López, quien, en el primer reparto en castellano, fue Susana y hoy es la Condesa.  Sin embargo, la consulta de las críticas rescatadas de las hemerotecas nos demuestra como un mismo evento repetido en distintos momentos admite otras tantas interpretaciones, las cuales no son ajenas a los motivos concretos que motivaron la celebración de cada uno.

En 1989, Ferrán Corbella vinculaba la programación de la obra de Beaumarchais con las difíciles relaciones del Lliure con las instituciones públicas cuando, tras una década de vida, dejó de ser una cooperativa y se convirtió en Fundación. En la crítica que publicó en la revista Reseña, después de calificar el estreno de un acto de significación ciudadana, escribió: “Fabiá Puigserver (…) afirmaba pocos días antes del estreno (…) que Fígaro es el Lliure. Es suficiente  con tener una vaga idea de los problemas de este colectivo - que arrastra una larga crisis de crecimiento ante el despiste de las instituciones - y conocer los tópicos historiográficos del díptico presidido por Fígaro para entender la ironía de esta analogía tan exacta y oportuna. En esta Cataluña dividida en dos grandes bandos políticos -no hace falta dar nombres - el Lliure quiere practicar su locura, una locura tan poco política en sí misma como es hoy el teatro, sin las intromisiones del poder. Es como si les dijeran a los políticos, parafraseando el conocido lema del despotismo ilustrado: teatro para el pueblo, pero sin los políticos. Por decirlo con una alegoría; ellos quieren hacer teatro con dinero público - de todos -, pero sin que los políticos lo usen para sus fines electorales y/o corporativos, del mismo modo que Fígaro (El Lliure) quiere casarse y amar a Susana (el pueblo) sin que el conde Almaviva (el poder, Convergencia Democrática) pueda cobrarse, como dice la propia Susana en el primer acto, ‘un antiguo derecho de señor’. En esta época de convicciones a la baja hay aún una bella idea social, un conmovedor espíritu asambleario en este Lliure que hoy juega lúcida e irónicamente al papel de la víctima, con un divertido proyecto entre las manos. Como si pensaran en las maniobras subversivas de Molière o en aquel cínico y transgresor sobrino de de Rameau, el personaje ideado por Diderot, parecen susurrarnos al oído: ‘comer en el plato del amo, reírse en sus barbas y aligerarles un poco el peso de sus abultados bolsillos’. Y como el suyo es un buen fin y Robin Hood sigue siendo el héroe de nuestra infancia, es inevitable que sean innumerables los simpatizantes de su proyecto. Por todo ello, lo dicho: este estreno ha sido una pacífica burla ante la burlada impunidad del poder” (RESEÑA, nº 194, abril 1989). De la lectura de la crítica de Corbella puede deducirse que la elección de la obra estuvo motivada por la situación que atravesaba el Lliure, pero, en mi opinión, el interés de Puigserver era menos coyuntural. Venía de antiguo, lo que se acredita porque ya la había montado en 1968 en el Casino de la Alianza de Poblenou con el GTI (Grupo de Teatro Independiente), creado por él y por el citado Francesc Nel.lo, entre otros. Quizás veía en ella, la perfecta conjunción entre una divertida fiesta teatral y el retrato de una sociedad enferma que solo experimentó una ligera mejoría tras las dosis de libertad, igualdad y fraternidad que le aplicó la Revolución Francesa.

La crítica que Eduardo Pérez Rasilla escribió en la misma revista cuatro años después, cuando Las bodas de Fígaro recaló en el teatro de la Comedia, de Madrid, ya entonces sede de la Compañía Nacional de Teatro Clásico, llamaba la atención sobre el hecho de que era la primera ocasión en que la compañía catalana ofrecía uno de sus espectáculos en castellano y, acto seguido, añadía que se trataba una lección de amor por el teatro, de buen hacer, de cuidado de los detalles y de elegancia.  Del texto decía: “Las bodas de Fígaro es un texto inteligente, lleno de guiños, de posibilidades que se convierten en un verdadero reto para un director con talento. Se combinan en ella la mejor tradición de las comedias de enredo (…) con la proclamación prerrevolucionaria de los derechos del pueblo frente a las prerrogativas de los nobles. Siguiendo la vieja tradición de las comedias de enredo (…) Pero no se trata (…) de un juego ingenioso o de una mera búsqueda de final feliz, sino que se orienta hacia una intención menos inocua: Fígaro es el representante de la nueva clase social ascendente que tras una larga serie de fracasos logra al fin sus objetivos” (RESEÑA, nº 255, noviembre 1994). Lo dicho por Pérez Rasilla es aplicable a la actual reposición de aquella puesta en escena. En la misma dirección apunta Lluis Homar, cuando asegura que la obra combina el divertimento con el conocimiento del alma humana y que lo que más le atrae del texto es la lectura que realiza acerca de los abusos, sean los de los poderosos sobre el pueblo, sean los del hombre sobre la mujer.  A la luz de estos comentarios, cabría decir que hemos asistido a un acontecimiento programado como merecido homenaje a una compañía que ha hecho historia y que, para quienes fuimos espectadores de su anterior paso por el escenario de la Comedia, tiene el aroma de una reválida superada con nota.

La escenografía, un ejemplo perfecto de geometría analítica, representa una estancia de uso polivalente de un palacio dieciochesco definida por tres altas paredes rematadas por arcos apoyados en delgadas columnas, a las que se accede por numerosas puertas. Por ella se mueven a sus anchas los actores en un ir y venir trepidante, que solo encuentra respiro durante el largo monólogo en el que Fígaro da cuenta de sus pasadas andanzas y pone en solfa los privilegios de los nobles. El elenco tiene la calidad que se espera en una compañía estable y con el prestigio del Lliure, en la que suelen encajar sin problemas las nuevas incorporaciones, las cuales suelen producirse con el aval de sus currículos. Nadie desentona, pero es justo destacar los trabajos de la veterana Mónica López, en el papel de la condesa Almaviva, y de una desenfadada y descarada Aina Sánchez, en el de Susana. Entre los hombres, Joan Carreras no desaprovecha la oportunidad de sacar todo el partido posible al hilarante personaje del conde, el gallo del gallinero, desplumado y ridiculizado por la astucia de sus víctimas. En cuanto a Marcel Borrás, es un Fígaro con buena planta, avispado e ingenioso.

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   FOTO: ROS RIBAS

Título: Las bodas de Fígaro
Autor: Caron de Beaumarchais
Traducción al castellano y colaboración en dramaturgia: Pau Miró
Música: Josep M. Arrizabalaga
Ensayos y arreglos vocales: Xavier Mestres
Escenografía: Rafael Lladó (Fabià Puigserver)
Vestuario: César Olivar
Caracterización: Eva Fernández
Iluminación: Xavier Clot
Sonido: Jordi Bonet
Grabación Orquesta de Cambra Teatre Lliure
Adjunto a la dirección y Movimiento: Oscar Valsecchi
Realización de escenografía: Tallers d'escenografia Castells
Confección de vestuario: Época Barcelona, Menkes, House of the Beast, Casimiro, La Casa de los Faleros y Sombrerería Mil
Ayudante de escenografía: Carlota Ricart
Ayudante de vestuario: Ezequiel Carril
Profesora de castañuelas: Mercè Rius
Agradecimientos: Abel Robledo, Fernando Lavieja y Asociació Catalana de la Quequesa
Coproducción: CNTC / Teatre Lliure
Ayudante de dirección: Lola Davó
Intérpretes: Manel Barceló (Bartolo), Marcel Borràs (Fígaro), Oreig Canela (Pedrito / Toma-sol), Joan Carreras (Conde Almaviva), Oriol Genís (Don Guzmán), Mónica López (Condesa Almaviva), Eduard Muntada (Antonio), Victòria Pagès (Marcelina), Albert Pérez (Basilio), Diana Torné (Francina), Aina Sánchez (Susana), Òscar Valsecchi (Doblemano), Pau Vinyals (Querubín)
Dirección original (1989): Fabià Puigserver
Dirección de la reposición: Lluís Homar
Duración: 2 horas 50 minutos (Incluido descanso).- Primera parte :1 h. 20m./ Descanso 10 m. / Segunda Parte 1 h. 20 m.
Estreno en Madrid: Teatro de la Comedia (Sala Principal), 3 - II - 2017

Más información
     Les noces de Fígaro. Lliure. Reseña. 1989
     Las bodas de Fígaro. Lliure. Reseña. 1994
 
    Las bodas de Fígaro. Lliure 40 años 
 
    Las bodas de Fígaro. 40 años. Entrevista

JERÓNIMO LÓPEZ MOZO
Copyright©lópezmozo

 

 

 

 

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PZ. JACINTO BENAVENTE.

 

 

Última actualización el Martes, 14 de Febrero de 2017 15:37
 
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