Contactar

 

Así que pasen cinco años. Crítica PDF Imprimir E-mail
Escrito por Jerónimo López Mozo   
Martes, 12 de Abril de 2016 07:06

ASÍ QUE PASEN CINCO AÑOS
PASARON CASI CINCUENTA

 

   asi que L copia
  FOTO: DAVID RUANO 

García Lorca calificó Así que pasen cinco años y El público de criptodramas y, en el caso de la primera, la describió como un misterio sobre el tiempo. Parece ser que, cuando se la leyó a sus amigos, entre los que seguramente estaría Margarita Xirgu, no provocó entusiasmo, sino desconcierto. Tanto, que se desanimó, le puso la etiqueta de teatro imposible y decidió guardarla en espera de tiempos mejores. Él mismo estimó que habrían de pasar cincuenta años para que la obra fuera comprendida. Puesto que estaba fechada en 1931, habría que esperar hasta 1981. No erró demasiado, pues solo tres años antes de que venciera el plazo, Miguel Narros la llevó a escena.

Se ha dicho, y estoy de acuerdo, que su escritura debe mucho a su experiencia neoyorkina y al surrealismo. Pero muy poco de otras posibles influencias que la relacionarían con el teatro más innovador que se hacía en Europa. Hace años, Antonio Cao, que fuera profesor en la Universidad norteamericana de Hofstra y un gran especialista en el teatro de Lorca, exploró ese territorio y encontró ciertas similitudes entre Así que pasen cinco años y algunas obras que nuestro dramaturgo pudo leer e incluso ver representadas no mucho antes de que escribiera la suya. Una fue Un sueño, creada por Strindberg en 1902, estrenada en Estocolmo en 1907 y, en 1928, traducida al francés y representada en París bajo la dirección de Antonin Artaud. Basada, al igual que la de Lorca, en una realidad onírica, coinciden también en el tema de la espera.  En la pieza del dramaturgo sueco, el protagonista alude a la tardanza en encontrarse con su idolatrada Victoria con estas palabras: “Llevo siete años merodeando y esperando. ¡Siete años!”. También menciona Cao dos obras del escritor vanguardista ruso Nicolai Evreinov que, aunque escritas, como la de Strindberg, a principios del siglo XX, solo fueron conocidas en el resto de Europa a raíz de que Pirandello representara en Italia, en 1920, la titulada La comedia de la felicidad, que también fue vista en Madrid. Aunque se trata de una farsa breve y ligera, la que tiene mayor paralelismo de la dos con Así que pasen cinco años es Los bastidores del alma, en la que la acción ocurre en la mente de un personaje y no representa una realidad objetiva, sino “las refracciones en continuo cambio de este ‘yo’ con respecto a sí mismo y a la realidad exterior” (Cao). Hay una escena en la que un personaje se divide en tres componentes, dos de los cuales mantienen una conversación en la que salen a relucir aspectos conflictivos de una misma personalidad. Su indumentaria y sus palabras recuerdan mucho al Joven y al Viejo de Así que pasen cinco años. En otro momento, aparecen dos personajes femeninos, la Esposa y la Cantante, que son imágenes idealizadas de la esposa perfecta y de la amante erótica por excelencia, las cuales se disputan, con distinta intención, a un mismo hombre. En ésta y en otra pieza del mismo autor titulada El teatro del amor hay otras coincidencias, como son la presentación de diversos aspectos de una misma personalidad desdoblada en varios personajes o el eterno aplazamiento del encuentro amoroso.

Establecida esa relación que sitúa la obra de nuestro autor en el marco del auténtico teatro vanguardista, Antonio Cao consideraba que es superior a las de los autores citados. A pesar de sus retazos antiteatrales y el uso de agudas y feroces parodias, la calificaba como tragedia moderna, en la que la crisis afectiva del Joven nos conmueve por absurda, pues no parte de la pérdida de la Novia, sino de una abstracción. Como absurdo es el deseo de paternidad provocado por el Maniquí. En el afán de procreación de ese ser frustrado, veía un vano paliativo narcisista y, en su angustia, la causa de una inacción que se traduce en erosión vital. En Así que pasen cinco años, lo onírico, lo subconsciente, destruye la lógica y el armazón característico de la tradición dramática romántica, realista y naturalista, alcanzando a forjar un terrible mundo de pesadilla. Es, decía Cao, la tragedia del ser humano, víctima de sus sueños y del tiempo, del desgaste vital y de la muerte.

Se me antoja que los casi cincuenta años transcurridos entre su escritura y su primera puesta en escena fueron excesivos, como lo fueron los que tuvo que esperar la mayor parte de la obra teatral de Valle. Pero me niego a aceptar que el momento llegó cuando tocaba y no estoy, por tanto, entre los que piensan que hubiera sido prematuro, por perjudicial para el reconocimiento de su autor, hacerlo antes. Dicho lo cual, ignoro qué respuesta hubiera tenido por parte de la crítica y del público. Mejor no elucubrar sobre lo que nunca sabremos. Sí puedo decir que, tanto la ya citada puesta en escena de Miguel Narros, como la que hizo en 1989, amén de la primera de Atalaya (1986) y las del zaragozano Teatro del Alba (1987) y la de Sarabela (2003), echaban por tierra, sin negar la dificultad del texto, que sea ininteligible. Pero hay que conceder a la nueva versión de Ricardo Iniesta y Atalaya el mérito de haber borrado cualquier sombra de duda sobre el significado de la obra.

Todo en la puesta en escena contribuye a ello, pero una de las claves está en la escenografía, en la que, como sucedía en buena parte de los espectáculos de Meyerhold, los objetos sustituyen a los decorados. Aquí los elementos esenciales son un mueble con espejos y dos blancas y empinadas escaleras que mudan de posición, muchas veces manipulados por los propios actores.  Hay quien identifica las escaleras con las de Escher, pero las diferencias son notables. Las del artista holandés, son escaleras laberínticas y sin fin integradas en sofisticadas y recargadas edificaciones. Son ilusiones ópticas y su tránsito por ellas sería imposible, aunque en los grabados veamos a individuos en actitud de recorrerlas. Las escaleras diseñadas por Iniesta son estrechas y sin recovecos. Su ascensión no presenta más dificultades que la ausencia de barandillas y, sin embargo, resulta angustioso ver a los personajes subirlas creyendo que van a alguna parte y, viéndoles retornar al punto de partida, porque no desembocan en parte alguna. Se interrumpen bruscamente y, tras el último peldaño, está el vacío. En cuanto a la cristalera, su traza distorsionada a la manera de la expresionista escenografía de El gabinete del doctor Caligari, acrecienta la sensación de que el espacio habitando por el joven protagonista es el de su pesadilla y que los demás seres que irrumpen en él, incluidas las máscaras y el maniquí, forman parte de ella. Esa es la idea básica que hace transparente la obra. Todo encaja y hasta cobran sentido frases aparentemente incoherentes y un tanto enigmáticas pronunciadas por los personajes, como “hay que recordar hacia mañana” o “mi  padre estuvo en el Brasil dos veces y era tan chico que cabía en una maleta”. Cualquier asomo de realidad es abortado por la excelente iluminación de Miguel Ángel Camacho y la música de Luis Navarro.

La interpretación se inscribe en la estética descrita. El trabajo de los actores se rige conforme a las  reglas dictadas por Meyerhold a partir la biomecánica, en las que un riguroso control de los movimientos corporales enriquece la expresividad de los personajes y permite crear escenas, corales o individuales, de gran belleza plástica. Alcanzar un notable grado de perfección está al alcance de quienes se han ejercitado largamente en esa técnica, como es el caso de Carmen Gallardo, quien en la primera versión de Atalaya fue el Niño muerto y hoy es Criada y Máscara. Otros no acumulan tanta experiencia, pero han adquirido la suficiente para superar el reto con holgura. De los que se han incorporado recientemente a la disciplina de la compañía, entre ellos Elena Amada Aliaga, que hace la Novia, quizás el mejor elogio que quepa hacerles es que se han integrado con naturalidad en el grupo.
 

  asi que H copia 
   FOTO: DAVID RUANO

Título:Así que pasen cinco años
Autor:Federico García Lorca
Dramaturgia:Ricardo Iniesta
Escenografía:Ricardo Iniesta
Vestuario:Carmen de Giles
Iluminación:Miguel Ángel Camacho
Música:Luis Navarro
Coreografía:Juana Casado
Dirección y seguimiento coral:Esperanza Abad y Marga Reyes
Maquillaje, peluquería y estilismo:Manolo Cortés
Ayudante de dirección:Sario Téllez
Coproducción:Centro Dramático Nacional y Atalaya-TNT
Intérpretes (por orden alfabético):Elena Amada Aliaga (Novia / Niño muerto / Otras máscaras) , Jerónimo Arenal (Criado / Padre de la novia / Arlequín), Manuel Asensio (Viejo / Otras máscaras / Jugador de cartas), Carmen Gallardo (Criada), Silvia Garzón (Maniquí / Muchacha), José Ángel Moreno (Amigo / Arlequín / Jugador de cartas), María Sanz (Mecanógrafa / Gata muerta / Otras máscaras), Raúl Sirio Iniesta (Joven), Raúl Vera (Amigo/Jugador de rugby / Payaso / Jugador de cartas)
Dirección:Ricardo Iniesta
Duración:1 hora y 45 minutos aprox. (sin intermedio)
Estreno en Madrid:Teatro Valle Inclán, 1 - IV - 2016                                                 

 


JERÓNIMO LÓPEZ MOZO
Copyright©lópezmozo

 


TEATRO VALLE INCLÁN
(Polivalente)
DIRECTOR: ERNESTO CABALLERO
SALA PRINCIPAL:
Aforo: 510
PZ. DE LAVAPIÉS, S/N
28012 – MADRID
TF. 91 310 15 00
METRO: LAVAPIÉS
e-mail: 
Esta dirección electrónica esta protegida contra spam bots. Necesita activar JavaScript para visualizarla

 

 

Última actualización el Martes, 12 de Abril de 2016 07:26
 
Adobe Creative Suite 6 Design & Web Premium || Microsoft Windows 7 Home Premium || Adobe Creative Suite 4 Master Collection MAC || Parallels Desktop 7 MAC || Autodesk AutoCAD 2010 || Navicat Premium 9 || Microsoft Office 2011 Home & Business MAC || Adobe Photoshop Elements 10 || Adobe Acrobat X Pro || Adobe Photoshop Lightroom 5 || Sony Vegas Pro 9 || Adobe Creative Suite 5 Web Premium