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Transición. Plou-Salvatierra. CDN. Crítica PDF Imprimir E-mail
Escrito por José R. Díaz Sande   
Lunes, 25 de Marzo de 2013 11:22

TRANSICIÓN
¿VOLVER A UN CONSENSO?
 
 
 FOTO: DAVID RUANO
Están los tiempos tan revueltos y tan desconcertantes con todo esto de la corrupción y de la inanición de los partidos políticos y sindicatos, que la nación no encuentra representantes dignos, aunque imagino que los habrá a nivel individual, a los que manifestar sus quejas. Por eso, la calle se ha convertido en Tribuna pública y en Parlamento, a través de sucesivos colectivos profesionales y familiares. Entre ellos, también, el colectivo cinematográfico y teatral. Se ha criticado a los Premios Goya por aprovecharlos como palestra de denuncia. A veces, no hay otro remedio: aprovechar cualquier acontecimiento para insistir en el malestar ocasionado a la población por tramas ocultas, responsables del desastre. Con estas actitudes se pretende algo más: mostrar que el mundo artístico y cultural no son asignaturas optativas de las que se pueda prescindir, como hace el gobierno al aplicarles el 21% a sus productos.
 
Todo esto viene a cuento porque los escenarios teatrales, más agiles que los cinematográficos, por ser flor de un día, para detectar la actualidad, se han convertido en tribunas desde donde lanzar las soflamas y concienciar a la opinión pública. Ahí tenemos obras como El Café, Recortes y, en cierto sentido, Transición.
 
Como su título indica se refiere a esa época que, en España, se denominó con el mismo apelativo. Un período que se nos vino encima tras la muerte de Franco y que pedía adentrarnos en un nuevo modo de vida socio-político: la democracia. Los que vivimos aquella época de tanteos y vacilaciones, esta Transición teatral nos trae "flashes", relegados al olvido tras tantos años de mantener una Constitución de compromiso, que, ahora parece hacer aguas.
 
No es fácil recopilar todo lo acaecido en aquellos momentos y años sucesivos. Con fortuna y acierto lo consigue este curioso texto y la, en general, acertada puesta en escena que bebe de aquellos grupos independientes como Tábano y el mítico Els Joglars y de la fórmula cabaret, en su sentido más amplio.  
 
Aquellos acontecimientos históricos buscan su engranaje en la figura de un Adolfo Suárez desmemoriado. Bajo este aspecto, recoge la triste realidad del personaje histórico aún vivo y refugiado en su olvido del pasado, de su familia y de sí mismo. Visto así podría haber generado un texto, de corte psicológico, que indagara el por qué  tal olvido. No van por ahí los tiros. Por lo tanto, no se trata de una biografía o hagiografía. Suárez sirve de hilo conductor para acercarnos al "flash" de la España de entonces, "Esa España nuestra, esa España viva", como la vibrante canción de la época canta. Tal evocación parece pretender que las herramientas utilizadas entonces para una transición pacífica y de consenso, podrían servir a la hecatombe esquizofrénica que vivimos.
 
Es ingeniosa la artimaña que se ha creado con la figura de Adolfo. La enfermedad real actual, la desmemoria, favorece ese fraseo histórico tipo collage,  y, al estar en una clínica, permite resucitar a otros personajes históricos encarnados en las figuras de enfermeras, celadores y doctores que le asisten. Hay otro artimaña más que le sirve para cubrirse las espaldas. El tal Adolfo Suárez, además de ser un paciente desmemoriado, posiblemente no es el tal Adolfo sino un "ujier" de las Cortes que ha vivido todos esos años, pegado a los entresijos de lo que se cocía en el Parlamento y en la sociedad.  Esto da pie a una Adolfo divertido en muchos momentos, sin que se pueda culpar de irreverencia. Paralelamente progresivos descubrimientos crean un continuo interés, pues vamos de sorpresa en sorpresa.
 
Conformado este ambiente de demencia senil, ya podemos aceptar una puesta en escena con visos de espectáculo de cabaret, como son las canciones de la época coreografiadas con humor, o el recurso a lo surrealista - muy ingeniosa la traducción de la canción Al vent de Raymond - , puesto que en la cabeza de un desmemoriado la realidad llevada a lo esperpéntico no tiene límites.
 
Descrito así, podría parecer que es un texto irreverente con la simple intención de divertir al respetable  (palabra muy manida para indicar al público, lo sé). En absoluto. Con toda esta gran traca que recuerda a una Falla valenciana, se opta por un discurso más serio, cuya tesis viene a ser: en aquellos años en los que el patio andaba revuelto y dividido por las nuevas ideas, y por lo tanto se rompía con una estructura cerrada, en la que sólo cabían unos cuantos, se consiguió un "pacto" entre la "barahúnda" de los discrepantes partidos políticos, recién nacidos. Se trataba de zambullirnos en la democracia y procurar el entendimiento, aún reticente, de unos y otros. Aquellos partidos comenzaron a dialogar y ceder de un lado y otro para llegar a un consenso. De ahí salió una Constitución de compromiso, que, hoy, comienza a mostrar el desgaste del tiempo y la actualidad. En este aspecto la disparidad de unos y otros ha vuelto a resurgir. La ejemplaridad de lo que supuso Suárez y su época, podrían ser un ejemplo en lo que se refiere a buscar un entendimiento, más que seguir tirándose los trastos a la cabeza.
 
Como espectáculo, Transición es divertido y al mismo tiempo da que pensar: la ilusión  de poder crear algo nuevo y progresar a todos los niveles, lo cual no quiere decir que no sea un texto de denuncia hacia la triste realidad actual.
 
Cabe destacar la minimalista escenografía que funciona muy bien y posee un gran poder evocador. Lo mismo sucede con la iluminación y los audiovisuales.
 
A nivel interpretativo volvemos a aquel estilo coral en el que todos los actores están, francamente, bien. Antonio Valero, como Suárez, muestra una gran versatilidad que va desde lo dramático al humor. Mantiene muy bien ese límite que existe entre la cordura y la locura, una especie de Quijote que loco o cuerdo, siempre es lúcido. Entramos bien en el juego interpretativo de los diversos personajes de ficción y otros históricos - Santiago Carrillo, Torcuato Fernández Miranda, Gutiérrez Mellado o Juan Carlos -, en los cuales no se ha pretendido, con inteligencia, reproducirlos miméticamente sino, gracias al juego de la imaginación de Suárez y la proyección que él tiene sobre ellos en los pacientes y demás personas que le rodean, permite reproducirlos  de forma caricaturesca,  en la que el humor no falta.
 
La obra se desarrolla con ritmo y continuo interés, sin embargo hay puntos más endebles, como son ciertas peroratas de Adolfo - imagino extraídas de sus discursos - que resultan demasiado catequéticas, y se apartan del estilo general, produciendo como un corte. Curiosamente llegan menos. Hay otros momentos, los menos, en que parecen repetirse las situaciones. A pesar de que su duración es aproximadamente de una hora y media, se tiene la sensación de que  dura más tiempo. Señal de que algo ha dejado de funcionar o interesar. Alguna delicada  tijera no le vendría mal.
 
Título: Transición
Autores:Alfonso Plou y Julio Salvatierra
Música:Mariano Marín
Coreografía:Paloma Díaz
Escenografía:Dino Ibáñez
Iluminación:Luis Perdiguero
Vestuario:Elena Sánchez Canales
Audiovisuales:David Bernués
Coproducción:Centro Dramático Nacional, L´Om–Imprebís, Teatro Meridional y Teatro del Temple
Intérpretes (por orden alfabético):Elvira Cuadrupani (Enfermera, Juana, Inés, Amparo), José Luis Esteban (Doctor Gutiérrez, Productor, Gutiérrez Mellado), Balbino Lacosta (Tomás, Regidor, Torcuato), Álvaro Lavín (Doctor Felipe, Presentador, González), Carlos Lorenzo (Enfermero Marcos, Sonidista, Juan Carlos), Eva Martín (Enfermera Andrea, Productora, Sofía), Antonio Valero (Adolfo), Eugenio Villota (Santiago, Cámara, Carrillo)
Dirección:Carlos Martín y Santiago Sánchez
Estreno en Madrid: Teatro María Guerrero (CDN), 8 - III - 2013
 
 ANTONIO VALERO
FOTO: DAVID RUANO
 


José Ramón Díaz Sande
Copyright©diazsande


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Última actualización el Lunes, 25 de Marzo de 2013 11:49
 
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