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Enrique VIII. Rakatá. Crítica PDF Imprimir E-mail
Escrito por Jerónimo López Mozo   
Lunes, 10 de Septiembre de 2012 10:32

ENRIQUE VIII
UNA ESPAÑOLA EN LA CORTE DE LOS TUDOR
 
 
 FOTO: RAKATÁ
Enrique VIII es una de las pocas obras de Shakespeare que nunca han sido representadas en España. No es extraño, pues aunque no le faltan interés y atractivos, esta “famosa historia” del rey inglés queda lejos de sus grandes tragedias. Escrita en las postrimerías de su vida creativa, carece del pulso dramático que preside su anterior teatro. Tal vez se deba, como piensan algunos estudiosos de su obra, a que su autoria se reduce a algunos fragmentos de un drama que dejó inconcluso y que hilvanó el también dramaturgo John Fletcher. Según los defensores de esa tesis, éste añadió, de su cosecha, algunas escenas, entre las cuales estaría el epílogo laudatorio para Isabel, a la sazón reina de Inglaterra. En todo caso se diría que quien fuera responsable de la versión que ha llegado hasta nosotros estaba tan atento a la brillantez de la puesta en escena como al argumento. Así se reconoce en el prólogo, cuando se pone en boca del coro el deseo de que los espectadores tengan, por un chelín, un rico espectáculo.
 
Cuando Shakespeare Globe Theatre invitó a la compañía RAKATÁ, de la Fundación Siglo de Oro, a participar en la Olimpiada Cultural organizada con motivo de los Juegos Olímpicos londinenses, fue un acierto que, debiendo representar una obra del escritor inglés, se optara por ésta. La elección estaba llena de sentido, pues uno de los principales personajes es Catalina de Aragón. A dicha oportunidad habría que añadir que, al tratarse de una obra poco representada, se evitaban las comparaciones, innecesarias y siempre incómodas, con las puestas en escena de obras más conocidas llevadas a cabo por compañías inglesas en tan prestigioso escenario. Hay que decir, a la vista del resultado obtenido, ha sido un acierto.
 
Ernesto Arias, director del espectáculo, y José Padilla, autor de la versión, se han tomado algunas licencias respecto al texto conocido, que versa sobre la separación de Inglaterra de la Iglesia de Roma a causa de la negativa del Papa a aprobar el divorcio de Enrique y Catalina. Han reordenado las escenas, modificado algunas y suprimido no menos de diez personajes, conservando, en no pocos casos, parte de sus parlamentos, que han puesto en bocas ajenas. Sin embargo, la aportación más notable es la de haber dado mayor relevancia a la figura de la reina Catalina, situándola a la altura que en justicia le corresponde en el rico repertorio femenino shakespeariano. No cabe hacerles ningún reproche a los creadores por tales mudanzas, pues, al fin y al cabo, en el pasado, se han hecho añadidos a lo escrito por Shakespeare sin que nadie se haya rasgado las vestiduras. Tengamos en cuenta, además, que las intervenciones son respetuosas y difíciles de detectar por quienes desconocen el original. El argumento y el retrato de los personajes permanecen intactos.
 
En un escenario que recuerda el del teatro del Globe en que echó a andar esta producción, con las luces de la sala encendidas a medio gas y una sencilla escenografía, cuyo fondo son las puertas por las que entran y salen los personajes, asistimos a los hechos acaecidos en aquella corte durante el tiempo en el que el cisma se consumó. Constituyen un completo repertorio de conspiraciones, traiciones de consejeros ambiciosos y rastreros, acusaciones falsas, comportamientos hipócritas de autoridades eclesiásticas y abusos de poder. No faltan referencias a la explotación del pueblo para sufragar los despilfarros de la corona y sus ministros, vistas por un sector del público como una alusión a lo que sucede en nuestro país en estos tiempos de ruina económica. No es un guiño. Lo que ponen de manifiesto es que se trata de un mal arraigado y que viene de lejos, lo que, desde luego, no es un consuelo.
 
Ernesto Arias ha contado con un excelente elenco. En una obra en la que el personaje que le da título comparte el protagonismo con otros que apareen en el desarrollo de ese trascendental episodio de la historia de Inglaterra, cada actor tiene su momento de lucimiento. Ninguno lo desaprovecha. Entre los que asumen los principales papeles, Fernando Gil compone un tirano violento, escaso de luces, veleidoso e insensible. Jesús Fuente es un cardenal Wolsey de manual. La imagen perfecta del consejero que finge servir a su rey y trabaja en su propio beneficio.  Pero quien se lleva la palma es Elena González, actriz de una pieza que se adueña del escenario tan pronto como le pisa. Conmueve su emocionado y sincero discurso y la entereza con la que desnuda moralmente a quien la repudia para sustituirla en el lecho y en el trono por Ana Bolena, su dama de honor, y a quienes le allanan el camino tapando sus desmanes y justificando sus veleidades sentimentales con inexistentes razones de Estado. No podía tener mejor remate su actuación que esa escena final añadida por Arias en la que Catalina muere mientras, en otro plano, se celebra el bautismo de Isabel, la hija de la nueva reina.     
 
FOTO: RAKATÁ
Título: Enrique VIII
Autor: William Shakespeare
Versión: José Padilla
Composición musical: Juan Manuel Artero
Coreógrafa: Patricia Ruz
Diseñador de iluminación: Rafael Labín
Diseñadora de maquillaje y peluquería: Leticia Rojas
Coordinadora de vestuario: Susana Moreno
Construcción de escenografía: Verteatro
Diseñador gráfico: Alberto Matesanz
Asesor de magia: Raúl Serrano
Prensa: Silvia Espallargas
Soporte educacional: Marta Cobos
Jefa de sastrería: Karmen Abarca
Producción ejecutiva: José Antonio Escudero
Adjunto de la dirección: Rafael Labín
Intérpretes: Fernando Gil (Enrique VIII), Elena González (Catalina de Aragón), Jesús Fuente (Wolsey), Rodrigo Arribas (Northfolk), Alejandro Saá (Gardiner), Daniel Moreno (Chambelan), Oscar de la Fuente (Sands / Intendente), Alejandra Mayo (Beatriz), Bruno Ciorda (Souffolk), Julio Hidalgo (Campello/ Buckingham), Jesús Teyssiere (Cranmer), Sara Moraleda (Ana Bolena), Asier Tartás Landera (Figurante 1) y Diego Santos (Figurante 2)
Dirección: Ernesto Arias.
Duración: 1h. 50min (sin descanso).
Estreno en Madrid: Teatros del Canal (Sala Verde), 28 – VIII - 2012                  
 


JERÓNIMO LÓPEZ MOZO
Copyright©lópezmozo

 
 
 

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Última actualización el Lunes, 10 de Septiembre de 2012 10:54
 
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