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Quitt. Peter Handke. 2012.Crítica PDF Imprimir E-mail
Escrito por Jerónimo López Mozo   
Sábado, 24 de Marzo de 2012 07:00

QUITT

LAS PERSONAS NO RAZONABLES

ESTÁN EN PELIGRO DE EXTINCIÓN

 

 

 
 EDUARD FERNÁNDEZ
FOTO: ROS RIBAS

Hace poco más de un mes tuvo lugar en el Círculo de Bellas Artes de Madrid un coloquio en el que se buscaba respuesta a la pregunta “¿Tiene algo que decir el teatro acerca de la crisis?”. La conclusión a la que se llegó, afirmativa, pero que, salvo alguna excepción, apenas lo ha hecho. En general, siempre ha sido así. Lejanas en el tiempo y referidas, por tanto, a crisis anteriores, las excepciones fueron Coyuntura y Santa Juana de los Mataderos. La primera, de Leo Lania, estrenada en Berlín, en 1928, bajo la dirección de Piscator, era una pieza cargada de contenido político y económico. La de Brecht abordaba el clima de corrupción y violencia que regía la actividad comercial en los mataderos de Chicago, dominada por la rivalidad existente entre los empresarios que operaban en ellos. Al hilo del derrumbe financiero y laboral que estamos viviendo, el número de propuestas, aunque algo mayor, no es significativo, si hacemos excepción de aquellas obras que, ocupándose de los efectos humanos derivados de tan dramática situación, no abordan el fondo del asunto. Podemos contar con los dedos de la mano las que lo hacen. Entre las no vistas por ahora en España figuran Die Kontrakte des Kaufmanns, de la premio Nobel austríaca Elfriede Jelinek; The Power of Yes, del inglés David Hare; y ENRON, de Lucy Prebble. En nuestro país cabe citar En esta crisis, no saltaremos por la ventana, de Pedro Montalbán, que se desarrolla en una imaginaria oficina valenciana de Lehman Brothers. Todas estás obras están escritas hace apenas tres años.  Sin embargo, ninguna de ellas ha llamado la atención de Lluis Pascual a la hora de aportar su grano de arena a la incorporación del teatro al gran debate sobre la actual crisis de la economía mundial. Se ha decantado por un drama de Peter Handke, cuyo título original, Las personas no razonables están en peligro de extinción, ha sustituido por Quitt, apellido del protagonista. Nadie diría que data de 1974. Su argumento es tan actual que parece que fue escrito ayer. De ahí que la elección nos parezca acertada y oportuna.

 

Quitt es la historia de un poderoso empresario, un tiburón que nada a su antojo en las turbias aguas del mercado. Un estratega del juego sucio que atrae a sus más directos competidores para convencerles de que, lo mejor para su futuro, es caminar de la mano, diseñando estrategias comerciales comunes, alterando las relaciones laborales en su beneficio, buscando mano de obra barata en países subdesarrollados, pactando precios o utilizando engañosos señuelos publicitarios para atraer a los clientes. Pero en esa selecta patronal no todos tienen el mismo peso. En ella, también se cumple aquello de que el pez grande se come al chico. Y así sucede, que el muñidor del pacto no solo no lo respeta, sino que se emplea a fondo en destruir a sus aliados. Lo consigue y se alza con el monopolio del poder económico. Luego vendrán la soledad, esa enemiga invisible del triunfador; la falta de objetivos porque todos parecen alcanzados; los reproches de quienes fueron engañados por él; la amarga sensación de haber perdido el rumbo y de que el control de su imperio se le va de las manos; la desazón que ello le provoca; la crisis existencial que le sacude y contra la que nada puede: y el convencimiento de que su actuación está contribuyendo al declinar del capitalismo salvaje en el que estaba instalado y del que tanto se ha beneficiado. Se niega a ser testigo del desastre y, antes de que llegue, se volará la cabeza de un tiro. Curioso final en el que la clase trabajadora no interviene, aunque como siempre pague los platos rotos. Resignada, ya no se plantea la revolución. Es esa, a la que le asusta, incluso, la idea de participar en una huelga general por si empeora su situación. El mensaje que nos lanza Handke no puede ser más nítido: el final de los modernos mercaderes solo llegará  cuando, por su irracionalidad y desmedida ambición, se autodestruyan.  

Estamos ante una obra de difícil lectura y complicada escenificación. Lluis Pascual la define como un largo poema hecho de palabras con apariencia de texto teatral. Es cierto. Pero abundan los juegos metateatrales que allanan el camino al director y a los espectadores. Así, los actores, además de personajes, como cumple a su oficio, también se interpretan a sí mismos. Interrumpen los diálogos y las acciones del drama para reflexionar sobre cuestiones personales o relacionadas con su trabajo e, incluso, para hacer indicaciones sobre aspectos técnicos, como, por ejemplo, la intensidad de la iluminación del escenario en función del contenido de la escena que se está representando en cada momento.. De ese modo llevan a cabo un desdoblamiento distanciador, a lo Brecht, que, corrige en buena medida la escasa teatralidad del libreto.

 

Lluis Pascual sale airoso del reto al que se ha enfrentado, sobre todo en la elección del reparto. Lo encabeza Eduard Fernández, cuyo Hermann Quitt transita con asombro y perplejidad desde la impudicia propia del amo de todo, que hace y deshace a su antojo, a la debacle. Le despreciamos cuando hace ostentación de su poder y no sentimos compasión cuando, en medio del vacío que él mismo ha generado, afligido y moralmente destrozado, dinamita su propia vida. Está sembrado Jordi Boixaderas en un papel que le viene como anillo al dedo, el del mayordomo de Quitt, que a las tareas propias de su empleo, añade las de confidente. Admirador ciego de quien le da empleo, le imita en todo y deviene en una especie de sosias, hasta que, cuando pintan bastos, reclama con fuerza su autonomía. El grupo de comerciantes arruinados por Quitt está brillante en su desfile por el escenario, tanto cuando crean el trust, como cuando, ya engañados, descargan su ira en el socio desleal.  Son Andreu Benito, Jordi Bosch y Lluis Marco. Boris Ruiz, en el pequeño accionista que se cuela en las reuniones para incordiar, saca a relucir su vena de hazmerreír provocador. Las dos únicas mujeres del reaparto son Marta Marco y Miriam Iscla, empresaria y amante de Quitt, la primera, y su esposa, la segunda. Como personajes tienen menos vuelo que sus compañeros de reparto, pero como actrices cumplen bien la tarea de completar el repertorio de frases ingeniosas que salpican el texto.

 

Otros aspectos de la puesta en escena merecen, en cambio, reparos. Así, la escenografía del segundo acto, presidida por una gigantesca “Q” cubierta casi por completo  de luces de colores y una gran pantalla que convierte el escenario en poco menos que una sala de cine. Y lo parece más aún, ignoro si por decisión de Pascual o porque así lo dispuso el autor, en la importantísima escena del enfrentamiento de Quitt con sus víctimas, en el que solo éstas tienen presencia física, pues la de aquél se produce mediante la proyección cinematográfica de su imagen. Tampoco es acertado el vestuario y pelucas que lucen los personajes en la primera parte, pues les proporciona un exagerado e innecesario tono grotesco. Con todo, el reproche más grave le corresponde a la traducción del texto al español. En el trasvase, la gramática sale malparada, sobre todo cuando de forma sistemática el adjetivo mío sustituye al pronombre mí. Suena francamente mal, la verdad.

 

 
 FOTO: ROS RIBAS

                                                                   

Título: Quitt (Las personas no razonables están en vías de extinción)

Autor: Peter Handke

Traducción: Pablo Martín

Escenografía: Paco Azorín

Vestuario: Isidre Prunés

Iluminación: Xavier Clot

Caracterización: Mariona Trias, Lluís Soriano

Asesor musical: Josep M. Arrizabalaga

Música original: blues Ricard Gili

Sonido: Igor Pinto

Coreografía: Montse Colomé

Vídeo: Alessandro Arcangeli

Ayudante de dirección: Pau Carrió

Producción: Centro Dramático Nacional y Teatre Lliure

Intérpretes: (por orden alfabético) Andreu Benito (Bertolt KoerberKent), Jordi Boixaderas (Hans), Jordi Bosch (KarlHeinz Lutz), Eduard Fernández (Hermann Quitt), Míriam Iscla (Señora Quitt), Lluís Marco (Harald von Wullnow), Marta Marco (Paula Tax), Boris Ruiz (Franz Kilb)

Dirección: Lluís Pasqual

Duración: Primera parte: 60 minutos.
Intermedio: 20 minutos. Segunda parte: 50 minutos

Estreno en Madrid: Teatro Valle Inclán, 7 - III - 2012

 
 JORDI BOIXADERAS
FOTO: ROS RIBAS

 


JERÓNIMO LÓPEZ MOZO
Copyright©lópezmozo

 

TEATRO VALLE INCLÁN
(Polivalente)
DIRECTOR: ERNESTO CABALLERO
SALA PRINCIPAL:
Aforo: 510
SALA FRANCISCO NIEVA
Aforo: 150
PZ. DE LAVAPIÉS, S/N
28012 – MADRID
TF. 91 310 15 00
METRO: LAVAPIÉS
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Última actualización el Miércoles, 29 de Agosto de 2012 18:26
 
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