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Luces de Bohemia. Homar.2012.Crítica PDF Imprimir E-mail
Escrito por Jerónimo López Mozo   
Sábado, 11 de Febrero de 2012 10:17

LUCES DE BOHEMIA

ESPERPENTO EN PENUMBRA

 

 
 ENRIC BENAVENT / JAVI COLL / GONZALO DE CASTRO
FOTO: DAVID RUANO

Luces de bohemia es un regalo envenado para los directores. Desde que José Tamayo la llevara a escena en 1970, muchos son los que han asumido el reto buscando plasmar en el escenario aquello que Valle llamó el esperpento. Nadie lo ha conseguido hasta ahora y es posible que, los que han salido más airosos de la empresa, hayan sido los que deliberadamente dejaron de lado tan ambiciosa meta y siguieron sus propias pautas estéticas. Puede decirse que buena parte de las versiones vistas han pasado sin pena ni gloria, dejando, en el mejor de los casos, algún que otro detalle para el recuerdo, en especial los memorables Max Estrella de Rodero y los Latino de Híspalis de José María Prada y Agustín González.

 

Le ha tocado el turno a Lluis Homar, quién recibió el encargo del anterior director del Centro Dramático Nacional. Su propuesta no supera las cotas alcanzadas hasta ahora ni resuelve el enigma del esperpento, que sigue sin ser desentrañado, quizás porque pertenezca al mundo de la literatura y no al de la representación escénica. Más le sobra dignidad para que aplaudamos su trabajo y para que nos felicitemos de que Luces de bohemia siga estando presente  en nuestros escenarios, aunque sea de tarde en tarde y no con la frecuencia deseable para la obra cumbre del teatro español del pasado siglo. Bienvenida sea, pues.

 

Dicho esto, señalemos, en el capítulo de aciertos, la escenografía de Lluc Castell, que desarrolla y amplía la descripción que, en la escena segunda, Valle hace de la cueva de Zaratustra. Rimeros de libros hacen escombro y cubren las paredes, dice el autor. Y en consonancia con ello, el escenógrafo alza en los laterales dos imponentes muros en los que los libros sustituyen a los ladrillos. En el suelo, más libros. Libros por todas partes y, en medio, el espacio desnudo que acoge los lugares capitalinos recorridos por Max y don Latino, al que se accede, desde una pasarela metálica elevada, por una angosta y larga escalera, y, desde el subsuelo, por otra de la que solo vemos el último tramo. Al fondo no hay libros, pero sobre la superficie oscura se proyectan fragmentos de las acotaciones de la obra. Cae así Homar en la misma tentación que algunos directores, quiénes, ante la belleza de las didascalias de Valle, no dudan en incorporarlas a la representación poniéndolas en boca de los personajes. También es adecuada la música compuesta por Xavier Albertí, que tiene su momento de lucimiento cuando, en la única ocasión en la que la acción salta del escenario al patio de butacas, un músico recorre su pasillo tocando el violín.

 

En el apartado de los desaciertos hay que poner, en primer lugar, la oscuridad que envuelve el espectáculo, no exigida por el texto, aunque el Madrid de la época no fuera una luminaria, sino por la creciente manía de expulsar la luz de los escenarios, consiguiendo que, cuanto en ellos sucede, tenga cierto aire clandestino. ¡Cuantos gestos y matices pasan desapercibidos para los espectadores que no ocupan las primeras filas! ¡Cuantas veces los personajes no nos parecen seres de carne y hueso, sino sus sombras! Tal vez a esa penumbra quepa atribuir la frialdad de algunas escenas, pero otras razones debe haber para que, dos que suelen conmover – la del preso catalán y la del niño muerto -, no lo consigan. También se perciben intermitentes faltas de ritmo, seguramente subsanables, y sorprende que, en ocasiones, la composición de grupos y la posición de los actores en ellos remita a aquellas funciones de antaño en la que siempre hablaban de frente al público y no al de sus interlocutores. Tal sucede en la conversación que Max y don Latino mantienen con don Gay en la cueva de Zaratustra.

 

El trabajo actoral mantiene un estimable tono medio con algún que otro altibajo, más perceptible en los que interpretan varios papeles. No en todos están a la misma altura. Así, José Antonio Egido es mejor Ministro de la Gobernación que librero de viejo; Jorge Bosch es un buen Rey de Portugal y, Ángel Burgos, un divertido Dorio de Gadex; de Nerea Moreno nos quedamos con la muy echá p’alante Enriqueta la Pisa Bien mejor que con la atribulada madre del niño muerto; y Marina Salas encuentra su papel en Claudinita. El único que consigue el pleno en este doblar de papeles es Miguel Rellán, que roza la perfección en los que le han tocado en suerte: don Gay, don Filiberto y el marqués de Bradomín. Gonzalo de Castro es un más que discreto Max Estrellla, que va encontrando su sitio a medida que se adentra en la fría madrugada, y Enric Benavent retrata bien a un don Latino malvado y cantamañanas

 

Título: Luces de Bohemia

Autor: Ramón María de Valle Inclán

Dramaturgia y composición musical: Xavier Albertí

Escenografía y vestuario: Lluc Castells

Iluminación: Albert Faura

Sonido: Roc Mateu

Movimiento escénico: Óscar Valsecchi

Caracterización: Cécile Kretschmar

Vídeo: José Antonio Pedraza

Ayudantes de dirección: Raúl Fuertes /Adriana Roffi

Producción: Centro Dramático Nacional

Intérpretes (por orden alfabético). Fernando Albizu (Pica Lagartos / Un sepulturero / Capitán Pitito), Enric Benavent (Don Latino de Hispalis), Jorge Bosch (El rey de Portugal / Don Serafín el Bonito / Dieguito), Ángel Burgos (Dorio de Gádex / El Pollo del Pay Pay), Jorge Calvo 8Rubén Darío / El conserje de El Popular /Sereno), Gonzalo de Castro (Max Estrella), Javi Coll (Cochero / Guardia 2 / Camarero del Café Colón), Mariana Cordero (Flora, la portera /La periodista / Viejo escribiente), Gonzalo Cunill (Guardia 1 / Basilio Soulinake / Borracho/), José Ángel Egido (Zaratustra / El Ministro de la Gobernación/ Otro sepulturero), Rubén de Eguia (El preso), Sergio Gómez (Mínguez/Violinista), Adrián Lamana (Chico de la taberna/Pérez/Joven desconocido), Jorge Merino (El ujier /Un celador / Clarinito/Empeñista), Nerea Moreno (Enriqueta La Pisa Bién / La madre del niño muerto / Una vecina), Isabel Ordaz (Madama Collet / Vieja pintada), Luis Prado (Rafael de los Vélez/Pianista), Miguel Rellán (Don Filiberto, redactor de El Popular / Don Gay / Marqués de Bradomín / Retirado), Marina Salas (Claudinita / La Lunares / La chica de la portera / Gálvez)

Dirección: Lluís Homar
Duración: 2 hora 20 minutos, sin intermedio.

Estreno en Madrid: Teatro María Guerrero (CDN), 20 - I - 2012

 
 MIGUEL RELLÁN
 
FOTOS: DAVID RUANO

 


JERÓNIMO LÓPEZ MOZO
Copyright©lópezmozo

 

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Última actualización el Miércoles, 29 de Agosto de 2012 18:29
 
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