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Woyzeck. Vera-Mayorga. Crítica PDF Imprimir E-mail
Escrito por Jerónimo López Mozo   
Miércoles, 30 de Marzo de 2011 07:09

WOYZECK

BALADA PARA UNA HUIDA DE LA VIDA

 

 
 LUCÍA QUINTANA / JAVIER GUTIÉRREZ
FOTO:  DAVID RUANO

Woyzeck es tenida por obra cumbre del teatro contemporáneo. Para muchos es el punto de arranque de la fragmentación textual. No lo es, pues su estructura troceada no responde al deseo de su autor, sino a la circunstancia de que se trata de una obra incompleta, a la que su temprana muerte puso un prematuro punto final. Lo que si debemos admitir es que esa involuntaria circunstancia propició una lectura del texto dramático que estimulaba la práctica de una nueva y revolucionaria forma de escritura. Aceptada como modelo, su influencia en la escena contemporánea es comparable a la que tuvo Ubu rey, de Jarry. A ello hay que añadir que su protagonista es uno de los grandes personajes dramáticos. De ahí que pocos directores hayan resistido la tentación de llevarla al escenario.

 

Los que han dado el paso lo han hecho desde distintas perspectivas y desigual suerte, sin que en el resultado hayan sido determinantes los medios materiales puestos al servicio de la producción. Con frecuencia el recuerdo de modestas puestas en escena es más vivo que el dejado por montajes de postín. Así es, por fortuna, el teatro, en el que el talento tiene más peso que el presupuesto. Lo curioso de esta pieza de Georg Büchner es que, con frecuencia, el espectador suele dejar en un segundo plano estas cuestiones para centrar su interés en la historia vivida por el protagonista, limitando su juicio a la lectura que de él ofrecen sus recreadores. Franz Woyzeck ha sido visto como un pobre diablo zarandeado por sus superiores, utilizado como conejillo de indias en experimentos científicos, percha de los golpes de unos y otros y víctima de los engaños de una mujer veleidosa. Otros le presentan como un marginado incapaz de expresar sus ideas por la pobreza de su vocabulario, que reduce sus argumentos a incoherentes balbuceos. En tiempos pasados ha llevado el marchamo que identifica a los protagonistas de los grandes dramas sociales. Hay quien le concede cierto rango y le sitúa entre los que se esfuerzan por entender el mundo, aunque no lo consiga. También se le ha mostrado como un ser desasosegado que, acosado por la sociedad, sin salida ni esperanza, se precipita en el infierno de la vida. O ha sido contemplado como un enfermo del que se apodera el fantasma de la locura. O, en fin, como alguien que convierte el sangriento asesinato de su esposa en un acto de amor. Sea cual sea la interpretación que se haga del personaje, estamos ante uno de los más claros antecedentes del héroe irrisorio sastriano.

 

Gerardo Vera, responsable de la puesta en escena, es buen conocedor de la obra. No en vano, cuando a mediados de los años setenta del pasado siglo militaba en el teatro independiente, hizo el papel de doctor y, más adelante, la escenografía para la ópera de Berg que se representó en el teatro de la Zarzuela. Para Vera, estamos ante un drama existencial, emocional y violento protagonizado por un hombre corriente, inocente y primitivo que, en un ataque de celos, mata a su mujer. Para Juan Mayorga, autor de la versión, Woyceck es un hombrecillo permanentemente humillado que aspira a entender y a ser entendido, a amar y a ser amado, el cual, ante la imposibilidad de lograrlo, enloquece de soledad y destruye a quien ama y, al tiempo, se destruye a sí mismo,  asumiendo la doble condición de víctima y verdugo. Su trabajo de adaptador ha sido complejo y el resultado espléndido. Para empezar, ha establecido un nueva ordenación de las escenas que se aparta de la comúnmente aceptada de Lehmann, que seguramente sirvió de guía a la versión que Julio Diamante realizó en 1960. También ha cerrado el final abierto del texto original, en el que Woyzeck, tras cometer el crimen, se dirige hacia el lago y desaparece, mientras la coplera que ha relatado la trágica historia anuncia que de él nunca se supo nada. Mayorga, al suprimir las últimas estrofas de la balada, no deja lugar a dudas sobre la muerte de Woyzeck. Hay que elogiar, por último, que, sin merma del tono poético de un texto construido a caballo del romanticismo y del expresionismo, haya logrado que los personajes se expresen como corresponde a su condición social.

 

A partir de ahí y apoyado en un buen y conjuntado elenco, Vera ha ofrecido un sólido y estéticamente bello espectáculo. Javier Gutiérrez, popular gracias a la serie televisiva Águila roja, en la que participa, deja a un lado la imagen de actor cómico que ofrece en ella, para mostrar su solvencia en un papel dramático de la envergadura del protagonista de Woyzeck. Todos cuantos le rodean responden con creces a lo que exigen sus papeles: Jesús Noguero, en el de Capitán; Helio Pedregal, en el de Doctor; Markos Marín, en el de Tambor mayor; y Chani Martín, en el de Andrés. A su altura, está Trinidad Iglesias, cuya magnífica voz acompaña la adecuada música compuesta por Luis Delgado. Mención aparte merece Lucía Quintana, en una sensual Marie.

 

La versión y la dirección de actores son, en nuestra opinión,, lo mejor de este espectáculo. Es también un acierto, el casi imperceptible desplazamiento de la acción desde mediados del XIX a la centuria siguiente, puesto de manifiesto por la transformación de una barraca de feria en un escenario de cabaret alemán de entreguerras y por la incorporación al vestuario, principalmente a los uniformes militares, de elementos que remiten a los del ejército nazi. En el lado negativo está la frialdad de una puesta en escena en la que pocas cosas de cuantas suceden nos conmueven. No es, como podría pensarse, consecuencia del distanciamiento brechtiano que este texto anticipa.  La sensación proviene, con toda certeza, de esa escenografía de impecable hechura e impersonal diseño, que recrea una ciénaga rodeada por un espeso cañaveral. Esa construcción funcional, agobiante y oscura está lejos de ser el marco adecuado para recrear el ambiente en el que trascurre la acción. Solo la presencia de Marie logra poner algo de calor en el escenario e iluminarle. Sin embargo, no nos parece acertado que la infidelidad de Marie se muestre de forma harto explícita. En la mayoría de las puestas en escena conocidas, lo que sucede en los encuentros de la mujer con el Tambor mayor esta sugerido. No es necesario más. La carga de erotismo que preside estas escenas contribuye, sin pretenderlo, a deducir que lo esencial de la función son unas relaciones adulteras y la consiguiente reacción violenta del esposo engañado, quedando un tanto difuminada la importancia de los otros motivos que determinan la conducta de Woyzeck.

 

Título: Woyzeck

Autor: Georg Büchner

Versión: Juan Mayorga

Escenografía: Max Glaenzel y Estel Cristià

Iluminación: Juan Gómez-Cornejo

Vestuario: Alejandro Andújar

Música: (sobre temas de Béla Bartók) Luis Delgado, Mariano Marín

Diseño de sonido y efectos: Roc Mateu

Movimiento escénico y coreografía: Chevi Muraday

Entrenamiento clowns: Pepe Viyuela

Caracterización: Eva Fernández

Ayudante de dirección: José Luis Arellano

Ayudante de escenografía: Silvia de Marta

Ayudante de iluminación: David Hortelano

Ayudante de vestuario: Carmen Mancebo

Producción: Centro Dramático Nacional

Intérpretes (por orden alfabético): Jon Bermúdez (Soldado 2), Críspulo Cabezas (Soldado 1), Helena Castañeda (El tonto), Javier Gutiérrez (Woyzeck), Trinidad Iglesias (Vecina), Andoni Larrabeiti (Soldado 3), Mariano Marín (Pianista), Markos Marín (Tambor mayor), Chani Martín (Andrés), Jesús Noguero (Capitán), Helio Pedregal (Doctor), Lucía Quintana (Marie       ), Sergio Sánchez Shaw (Suboficial), Marina Seresesky (Charlatana/Puta), Sara Sierra (Niña 2), Ana María Ventura (Vieja), Marita Zafra (Niña 1).    

Dirección: Gerardo Vera

Duración: 1 H. 30 min.

Estreno en Madrid: Teatro María Guerrero (CDN) (Sala Grande), 11 – III - 2011

 
 
 FOTOS: DAVID RUANO

 

 


JERÓNIMO LÓPEZ MOZO
Copyright©lópezmozo

 

 

 

 


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Última actualización el Miércoles, 11 de Mayo de 2011 16:38
 
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