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Romance de Lobos. Reseña 1971. Crítica. PDF Imprimir E-mail
Escrito por Florencio Segura   
Miércoles, 28 de Abril de 2010 17:27
ROMANCE DE LOBOS
R. DEL VALLE-INCLÁN
ESPLÉNDIDA Y DISCUTIBLE ADAPTACIÓN DE JOSÉ LUIS ALONSO

[2005-04-17]

En estos años se comienza a intentar representar al irrepresentable Valle Inclán. En los años posteriores los directores abordarán otros textos más allá de las Comedias Bárbaras.


RESEÑA (ENERO 1971)
(Nº 41, pp. 29 – 31)

ROMANCE DE LOBOS
R. DEL VALLE-INCLÁN

ESPLÉNDIDA Y DISCUTIBLE ADAPTACIÓN
DE JOSÉ LUIS ALONSO.

(En estos años se comienza a intentar representar al irrepresentable Valle Inclán. En los años posteriores los directores abordarán otros textos más allá de las Comedias Bárbaras. Por la crítica se traslucen las dificultades de interpretación de Valle, al orientar Romance, en su tratamiento, en la línea del “esperpento”)
 


Título: Romance de lobos
Autor: Ramón María del Valle Inclán.
Versión: José Luis Alonso.
Escenografía: Francisco Nieva
Música: Haffter
Producción: Teatro María Guerrero.
Intérpretes: José Bódalo (Montenegro), José María Prada (Fuso Negro), Ricardo Merino, Gabriel Llopart,…
Dirección: José Luis Alonso
Estreno en Madrid: Teatro María Guerrero, 24 – XI - 1970

 

JOSÉ BÓDALO

José Luis Alonso ha adaptado y dirigido, para comenzar la temporada en el renovado María Guerrero, de Madrid, la segunda de las Comedias bárbaras de don Ramón. Doble riesgo el que se presentaba ante la escenificación, estreno en España, de Romance de lobos: el primero y más obvio, la puesta en escena de una obra en la que tanta importancia tiene la atmósfera, y en la que, además, gran parte de esta atmósfera está expresada en acotaciones del autor irrepresentables (“El caballero siente que una ráfaga le arrebata de la silla, y ve desaparecer su caballo en una carrera infernal... Las brujas comienzan a levantar un puente cuyos arcos surgen en la noche. Las aguas, negras y siniestras, espuman bajo ellos con el hervor de las calderas del Infierno... El corro de las brujas deja caer en el fondo de la corriente la piedra que todas en un remolino llevaban por el aire, y huyen convertidas en murciélagos... El caballo pace la yerba lozana y olorosa que crece en el rocío de la tapia. El Caballero vuelve a montar y emprende el camino de su casa», etc...). Este primer riesgo ha sido superado brillantemente por el director en una puesta en escena sugerente, magistralmente iluminada, bien acompañada de música y ruidos. La colaboración de Nieva en la escenografía y de Haffter en la música ha sido muy positiva.

Pero existía un segundo riesgo, más sutil y más de fondo, en la adaptación y montaje de una comedia bárbara, Valle-Inclán ha sido un autor parcialmente estudiado por una crítica — ¿burguesa? — que ha pretendido, tal vez, limarle las uñas, estudiando muy bien las Sonatas o el primer teatro modernista y estético, y olvidándose demasiado de los esperpentos. Todavía hay críticos que niegan a Valle-Inclán un puesto en la generación del 98, calificándolo de poco crítico, siendo así que tal vez no se encuentre en todo el teatro español una crítica más corrosiva de la realidad española —sociedad, gobierno, Iglesia, ejército— que la que asoma y se contorsiona en los esperpentos de don Ramón. Hoy, por el contrario, es el esperpento lo que más se valora y analiza, y el Valle esperpéntico — que se anticipa en muchas cosas al teatro actual— hace olvidar ahora al Valle estetizante y plástico. Montar, pues, una comedia bárbara de Valle - Inclán suponía un riesgo y una opción: o volver a caer en la mera plasticidad estética o escudriñar el texto buscando — y quizá forzando — sus aspectos esperpénticos. José Luis Alonso ha intentado hacer las dos cosas a un tiempo. Y toda postura de síntesis es propicia al descontento general: unos dirán que «eso» no es Valle-Inclán porque están pensando en el Valle crítico-esperpéntico; otros dirán que «eso» no es Romance de lobos porque se ha forzado el texto para darle un sabor más social y más esperpéntico. Señalemos, con algunos ejemplos, cómo José Luis Alonso ha intentado añadir a la obra matices esperpénticos que no están en el texto. En la escena primera de la tercera jornada aparece Sabelita rezando en la iglesia de Flavia- Longa. Indica Valle-Inclán en el texto: «Un viejo de guedejas blancas cruza la iglesia agitando algunas llaves en manojo.» José Luis Alonso ha convertido a este viejo de guedejas blancas en un ser anormal, de calva cabeza hinchada y contorsiones epilépticas que cruza una y otra vez la escena gesticulando grotescamente. Otro ejemplo, mucho más discutible: en la escena quinta de la primera jornada, Benita la costurera y doña Moncha amortajan el cuerpo de doña María. Y Alonso usa dos muletas para incorporar el cadáver, dando así a la escena un tono macabro y claramente esperpéntico. Esas dos muletas —que naturalmente no están en el texto de Valle— hacen de Dama María, o de su cadáver, una figura esperpéntica. Y digo que me parece más que discutible este recurso, porque creo que Valle mantiene siempre un respeto extremo para la figura de Dama María, una figura que aparece siempre en sus comedias bárbaras aureolada de dignidad, de serena belleza, de señorío.

Tampoco está en el texto ese final, un poco facilitón en su simbolismo, de los mendigos uniendo sus manos sobre el cuerpo de don Juan Manuel. A Montenegro no lo matan entre todos sus hijos —como aparece en escena—, sino sólo don Mauro, y después de haber sido abofeteado por su padre. Y la última frase de la obra es el amargo «¡Malditos estamos! Y metidos en un pleito para veinte años!» que dicen los hijos. José Luis Alonso ha redondeado a su gusto el final, haciendo repetir la frase: «El día en que los pobres se juntasen...», frase que dice Montenegro en el texto de Valle muy al principio de la obra, y la ha subrayado con el gesto simbólico de los mendigos estrechando sus manos y sus cuerpos sobre el cadáver de Montenegro.

Romance de lobos es la historia estremecida del último señor feudal, don Juan Manuel de Montenegro. Grandiosa y trágica historia de su arrepentimiento y de la avaricia de sus hijos, los lobos del romance. Esta historia está contada por Valle en un estilo que, quiérase o no, no es todavía el estilo esperpéntico. Valle escribe su obra en un estilo más cerca de Shakespeare que de Goya. Tremendo, desmesurado, pero no grotesco. Irónico, pero no esperpéntico. La misma pintura de los cinco hijos de Montenegro no está exenta de grandiosidad. Son lobos, no perros vulgares. La interpretación desafortunada de los actores del María Guerrero que los incorporan, no favorece el clima épico, antagónico, de la obra. Ricardo Merino echa a perder la escena magnífica de la capilla, desmesurada y patética, cuando su hermano pisa la sepultura de su madre. José Luis Alonso ha suprimido todo lo que podría haber dado un tono más positivo a los hijos, restando así grandiosidad a la obra y a la misma figura de Montenegro. Así, por ejemplo, se ha suprimido íntegra la escena sexta de la segunda jornada, en la que los hijos de don Juan Manuel luchan y vencen a los chalanes superiores en número. En esa escena presenta Valle a don Mauro «como un gigante antiguo, desnudo y vencedor..., fuerte, soberbio, con la cabeza desnuda y las manos rojas de sangre, como el héroe de un combate primitivo en un viejo romance de Castilla». No es esta la impresión que un espectador del Maria Guerrero que desconozca el texto saca de los hijos de Montenegro. Sólo así se explica en Valle la agonía violenta de don Juan Manuel, su lucha tremenda contra sus hijos, leones y lobos, verdaderos antagonistas.

Hay, por tanto, a mi juicio, en la representación del María Guerrero, dos fallos señalables. Al haber desvirtuado — por supresiones de texto y por pésima interpretación de los actores — el papel de los cinco hijos, se ha restado a la obra tensión, violencia y grandiosidad. El segundo, como ya he indicado, es un fallo de estilo, que al querer aproximar la obra a lo social y esperpéntico, ha incluido aspectos grotescos o satíricos, que rompen la unidad de estilo y corren peligro de desvirtuar lo trágico.

Bódalo hace, como siempre, un trabajo de gran actor, aunque físicamente no dé el papel de don Juan Manuel, como lo daba Antonio Casas cuando lo incorporó en Águila de Blasón. José María Prada hace un Fuso certero, un papel de loco que parece cortado a su medida. El resto de los actores es más bien flojo, con la excepción de Llopart.

Escenografía, iluminación y efectos sonoros están brillantemente conseguidos, con acierto especial en la tropa de mendigos, de una expresividad plástica impresionante.

Lentamente se va estrenando el teatro de Valle-Inclán. Tras las Comedias bárbaras, Tamayo ofrece Luces de bohemia, y el mismo Alonso montó espléndidamente La rosa de papel y La enamorada del rey. Siguen esperando Los cuernos de don Friolera, Las galas del difunto, La hija del capitán, tres esperpentos ácidos y geniales en los que se desmitifica la realidad española a golpe de sarcasmo, ritmo trágico y color.

 

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Florencio Segura
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Teatro María Guerrero
Director: José Luis Alonso
C/ Tamayo y Baus, 4
28004 – Madrid
Metro: Colón, Banco de España, Chueca.
Bus: 5,14,27,37,45,52,150
RENFE: Recoletos
Parking: Marqués de la Ensenada,
Pz de Colón, Pza del Rey.
Tf. :91 310 29 49

 

 
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