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Carmen. Reseña 1983. Cine PDF Imprimir E-mail
Escrito por E.T. Gil de Muro.   
Miércoles, 14 de Abril de 2010 16:40
A hierro muere
CARMEN

[2006-08-12]

En 1983 con la película Carmen de Carlos Saura y Antonio Gades y antes con Bodas de Sangre revolucionaban el concepto del musical español. Se creaba una fórmula nueva que se prolongaría en Fuego (El amor brujo) y Flamenco.


RESEÑA, 1983
NUM, 144 PP. 24 – 25

A hierro muere
CARMEN

CARLOS SAURA

En 1983 con la película Carmen de Carlos Saura y Antonio Gades y antes con Bodas de Sangre revolucionaban el concepto del musical español. Se creaba una fórmula nueva que se prolongaría en Fuego (El amor brujo) y Flamenco.



ANTONIO GADES, LAURA DEL SOL
Título: Carmen
Nacionalidad: España 1983.
Producción: Emiliano Piedra.
Dirección: Carlos Saura.
Guión y coreografia: Carlos Saura y Antonio Gades (inspirados en la novela de Merimée y ópera de Bizet.
Fotografía: Teo EscamilIa.
Música: Paco de Lucía. Fragmentos de la Opera "Carmen" de Georges Bizet, en versión de Joan Sutherland y Mario del Mónaco.
Montaje: Pedro del Rey.
Vestuario: Teresa Nieto.
Intérpretes: Antonio Gades (Antonio), Laura del Sol (Carmen), Paco de Lucia (Paco), Cristina Hoyos (Cristina).
Duración: 98 minutos.
Distribución: Emiliano Piedra.
Estreno en Madrid: Lope de Vega. Cid Campeador y Novedades, 6 de mayo de 1983.


No sé de dónde se quiso sacar Carlos Saura eso de que en su Carmen quería poner ante los espectadores la necesidad de libertad en la mujer. Porque ella, la Carmen de Prosper Merimée, dice Saura que fue una mujer libre que se quiso comportar, imposiblemente, como un hombre. Y que, a partir de la novelita del folklórico francés, se podía rastrear esa condición libérrima de una mujer que tiene necesidad de no sentirse supeditada a nadie ni a nada. Y que esta lucha utópica por la libertad es lo que más ha querido reflejar en una película que, evidentemente, ha cuidado al máximo los aspectos formales, aunque fuera a costa de la lógica inducción de estos propósitos por parte de la protagonista. Parece más evidente que lo que a Carlos Saura le ha salido en la película ha sido un intento no frustrado de lo que es la puesta en imágenes de un ballet que aprovecha desde España las músicas de Bizet y los panfletarios romanticismos del novelista galo, que hizo de Carmen un prospecto bastante preciso de lo que podía ser viajar por España a la búsqueda de algunos tópicos que se sostienen precisamente por eso: porque son tópicos que al artista - y Saura lo es - le conviene ir comprobando en la misma medida en que se echa al coleto el tema de la Cigarrera y su transformación en un ballet ideado por ese genio suelto que es Antonio Gades.
 
El caso es que Carlos Saura ha influenciado suficientemente a Antonio Gades como para montar en Carmen un ballet que tiene de apasionante su propio estado de provisionalidad, de invención constante sobre las tablas. Se parte de una idea: la ya existente de Merimée y Bizet, el hombre que convirtió en ópera la historia de la Cigarrera, de don José y del Escamillo. Historia de mujer apasionada, gitana, voluble, instintiva. Historia de amores encontrados que pueden conducir a un hombre a la infidelidad militar. Historia de unas atmósferas populares y populistas que sólo se sostienen en pie porque los tópicos son siempre sagrados y porque a Merimée le hizo mucho caso el cine de todos los tiempos. Ahora mismo se sabe que están en marcha dos nuevos tratamientos cinematográficos del personaje andaluz: el que se va a llevar a Ronda nada menos que Francesco Rosi con mil millones de pesetas, y el que se imagina Jean-Luc Godard que va a poder hacer no con música de Bizet, sino con música de Beethoven. que también son ganas de buscar el quinto pie del gato.

Hay una condición indispensable que debiera respetar creador de hoy cuando se quiere meter a fondo con la naturaleza de un mito. Y Carmen lo es. Esa condición es que se tenga respeto a las claves de funcionamiento del personaje. Y que se pretenda desmadrarlo. Porque los mitos tienen la mala costumbre de vengarse aquellos que no les dan suficiente importancia. Cervantes lo entendió mejor que nadie no quiso asesinar en el Quijote los libros de caballería. Al revés: los respetó de manera casi religiosa. Y puso humor donde otros, de no entenderlos podrían haber puesto malhumor y displicencia. Quiero decir con esto que a Carlos Saura le funciona la Carmen mucho mejor allí donde la Carmen es más verdadera: en los esfuerzos de Gades por encontrarle en su ballet una nueva forma de expresión más apasionada, más desnuda, menos encarnada que lo pudo estar en el libro de Mérimée y que lo que pudo estar en música de Bizet. Lo que Saura y Gades le echan a la Carmen amor, mucho amor. ¿Nunca has bailado por amor? le dice Laura del Sol a Gades cuando se quedan solos en el estudio y va a producirse la comunión carnal. Baila, baila para mi. Hazlo por amor. Y Gades - don José- se larga una farruca que da pie a una de las secuencias más espeluznantes del filme. Se le pone a uno la carne de gallina ante aquella tremenda verdad que Gades le está echando a su baile. Bailas ahora mejor que nunca, le dirá después Paco de Lucia al mismo Gades. Y es que Gades y Laura del Sol, aunque se saben dominados por el proceso que va tomando el espectáculo que montan, también se saben metidos en la piel de los personajes tópicos inventados por Merimée y con más de cien años encima.

Por este lado, la película no le chirría nunca a Carlos Saura. Todo lo contrario. Tiene una fuerza muy superior a la imprimida a Bodas de sangre, que es el titulo anterior de Saura-Gades y con el que no queda más remedio que establecer algunas referencias, por mucho que ambos hayan querido olvidar el precedente. Carmen es un musical fascinante, con momentos literalmente geniales: la secuencia de la Tabacalera, el desafío de Carmen y Cristina, la pelea de don José y el marido de Carmen, el largo recorrido que hace la cámara por todo el escenario - sobre los pies de los bailarines y las bailaoras - momentos antes de que se desarrolle la tragedia final. Son momentos alucinantes, difícilmente olvidables. Momentos en los que uno se da cuenta de cuáles tienen que ser de aquí en adelante los caminos del musical español, que no tiene necesidad de copiar a nadie porque hay en nuestro acervo cultural muchos elementos líricos y dramáticos que pueden potenciar una y mil películas hechas con inteligencia y sensibilidad. Creo que esta vertiente es la que hay que agradecer más a Carlos Saura: el haber experimentado fórmulas nuevas para la expresión de un arte popular que explica lo mejor que llevamos en nuestra raíz nacional. Gades ha entendido a Saura. Saura ha puesto a disposición de Gades una cámara difícilmente superable - iqué trabajo el de Teo Escamilla!- y un color que presta dramatismo a cualquiera de los puntos -ya dramáticos- del desarrollo mítico de Carmen.

El exceso de ambición es lo que ha mermado las posibilidades expresivas de Carmen. Saura y Gades han querido que el tema les sirviera para todo: para dar vida a su filme y para meterle el navajazo al mito y al folklore. Y eso es algo que ningún mito está dispuesto a conceder. Si hay en la película algo definitivamente falso es, precisamente, lo que Saura le ha querido meter como añadidura: la presencia coyuntural de Marisol - ya se nos dirá a qué viene aquello – y, desde luego, la referencia naturalista a la situación de la Carmen que vino de la escuela de baile a hacer el ballet de Gades para que el bailaor se enamorara locamente de ella. La visita de Carmen a la cárcel de Carabanchel es un perjuicio. Y la escenita de sexo entre las batas de cola, con ser plásticamente tan bella, tampoco explica mucho el proceso psicológico y de liberación que Saura ha pretendido en Carmen. Menos mal que un razonado pudor nos evita la muerte de Carmen a, manos de un Gades que tampoco ha llegado a cocer suficientemente su olla de celos. En don José se explican bastante mejor los celos porque la Carmen de Mérimée era para él algo así como el fruto exótico y prohibido. En la Carmen de Saura resulta tan inexplicable para el espectador como para el lúcido Paco de Lucia, que es quien se lo advierte a Gades: No sé qué te ha dado a ti esa mujer. Las has tenido mejores.

Aún con todas estas reticencias, lo que hay que decir es que esta película de Saura es una de las más hermosas que han salido de sus manos. Deslumbrante en muchas de sus secuencias. Y con un futuro prometedor en orden a despertar caminos de sueño y luz por los que deberá caminar el musical español si es que de verdad queremos llegar a poseerlo.


E. T. GIL DE MURO

 

 

Última actualización el Jueves, 13 de Mayo de 2010 15:02
 
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