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Martes de Carnaval. Reseña 1995. Crítica. PDF Imprimir E-mail
Escrito por Jerónimo López Mozo.   
Domingo, 04 de Abril de 2010 08:24

MARTES DE CARNAVAL
MUCHO VALLE

[2008-07-17]

En el Centro Dramático Nacional se montó la Trilogía de Valle bajo el título Martes de Carnaval emulando el volumen en que se publicaron: Las galas del difunto, Los cuernos de don Friolera, ¿Para cuándo son las relaciones diplomáticas? y La hija del capitán.


 

RESEÑA, 1995
NUM. 267, pp. 3-4

MARTES DE CARNAVAL
Mucho Valle

En el Centro Dramático Nacional se montó la Trilogía de Valle bajo el título Martes de Carnaval emulando el volumen en que se publicaron: Las galas del difunto, Los cuernos de don Friolera, ¿Para cuándo son las relaciones diplomáticas? y La hija del capitán.


Título: Martes de carnaval (Las galas del difunto, Los cuernos de don Friolera, ¿Para cuándo son las relaciones diplomáticas? y La hija del capitán)
Autor: Ramón María del Valle-Inclán
Escenografía: Alfonso Flores
Vestuario: María Araujo
Producción: Centro Dramático Nacional
Principales intérpretes: Juan José Otegui, Walter Vidarte, Gloria Muíioz, Vicente Díez, Pilar Bardemn, Manuel Carlos Lillo, José María Escuer, Miguel Palenzuela, Dora Santacreu, Ricardo Moya, Mercé Pons, Adolfo Fernández, Pep Sais, Pepón Nieto, Vicenta Ndongo, Vicente Gisbert, Alfonso del Real y María Pujalte
Dirección: Mario Gas
Estreno en Madrid: Teatro María Guerrero,
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0 – X – 95

FOTO: ROS RIBAS

No ha sido afortunada la idea de representar los esperpentos que integran Martes de carnaval en una sola sesión. Para Mario Gas era un reto que debía y podía asumir un teatro público. Nadie se lo exigía. Que aparecieran reunidos en un sólo volumen cuando ya habían visto la luz por separado o que se sepa, aunque la información sobre el acontecimiento sea escasa, que en septiembre del 36 la Compañía de Gálmez y Sola los escenificó en Santander, tampoco justifica el proyecto. Tal vez haya influido en el director el precedente de Las comedias bárbaras, que vimos hace pocos años en este mismo escenario. Pero el caso es bien distinto. Si en éstas había una única historia, las que aquí se cuentan no tienen más vínculos que su pertenencia -cuestión discutible - a una misma estética y la condición militar de sus protagonistas. Y si se apura, este denominador común se rompe con la incorporación a la trilogía de un pequeño y poco conocido esperpento- ¿Para cuándo las relaciones diplomáticas?-, publicado en 1922 en la revista “España”, en el que el tema de la milicia está ausente.

Otra cuestión. Con Valle, en especial el del esperpento, no es fácil dar el salto del texto a su representación. Mientras ensayistas y críticos literarios definen y explican sin mayores dificultades lo que el propio escritor empezó llamando género estrafalario, los directores de escena, incluso los que como Mario Gas tienen acreditada de sobra su valía, siguen buscando con escaso éxito la fórmula magistral que permita reproducir esa estética en el escenario. En esta ocasión, tres meses de ensayo tampoco han bastado para resolver el problema de la puesta en escena de los esperpentos. Para algunos, no se trata de una cuestión de tiempo, sino de una tarea imposible. En tal caso, el consuelo que queda es recrearse en la grandeza de la palabra de Valle y desentenderse del resto. Sin embargo, Mario Gas ha hecho una aportación interesante que puede contribuir a despejar el camino. Para él, cada esperpento exige un tratamiento específico y no hay, por tanto, una fórmula magistral única, sino varias. Entiende, y así lo ha manifestado, que Las galas del difunto tiene algo de melodrama neogótico y macabro que le acerca al Retablo de la avaricia, la lujuria y la muerte; que La hija del capitán es un panfleto cuyos personajes de trazo grueso recuerdan los que dibujaba Gross, y su desarrollo al de los “thriller”; y que Los cuernos de don Friolera es un guiñol trágico o tragedia guiñolesca, una visión deformada del Otelo de Shakespeare. En cuanto al diálogo añadido, ¿Para cuándo son las relaciones diplomáticas?, lo sitúa en la misma órbita que La hija del capitán. El montaje responde a esta visión y, en consecuencia, el resultado no podía ser otro que un espectáculo estéticamente heterogéneo. Sorprende que, sabiéndolo, Mario Gas se haya mantenido firme en la idea de ofrecer las cuatro piezas juntas. ¿Por qué no haber hecho dos espectáculos distintos?

El proyecto, tal como se planteó, resultaba excesivamente ambicioso y complejo. Han debido ser necesarios muchos esfuerzos para sacarlo adelante. Ahí quedan, para demostrarlo, ciertas deficiencias en la interpretación - no habituales en los trabajos de Mario Gas, que suele ser riguroso en la dirección de actores - y en el ritmo vacilante de alguna escena.


FOTO: ROS RIBAS
Abre la sesión Las galas del difunto. El protagonista, Juanito Ventolera, ocupa el último peldaño del escalafón militar. En un sorche repatriado de Cuba, el vivo retrato de los parias que pagaron los platos rotos del desastroso final del Imperio, y un Tenorio de pacotilla. Adolfo Fernández interpreta al personaje, el más humano, con el de la Daifa, de cuantos pululan por este drama truculento. Lo hace bien - como Mercé Pons el papel de manceba pelinegra y Pilar Bardem el de boticaria viuda - hasta que llega, en la escena final, a la lectura de la carta. Uno lo comparó, con poca consideración, con un locutor desgañitado.

Los cuernos de don Friolera es la mejor representada de las tres piezas. Brillan en el prólogo (el memorable diálogo entre don Manolito y don Estrafalario en que Valle sienta las bases del esperpento) José María Escuer y Manuel Carlos Lillo. Y ya, en el curso de la tragedia de fantoches, Juan José Otegui alcanza una de sus cimas de actor en un conmovedor don Friolera, al que, cuando no ejerce de teniente de carabineros, se le cae la careta y muestra al pobre hombre que es. Gloria Muñoz y Vicente Díez son doña Loreta y Pachequín, la esposa casquivana y el barbero marchoso. Se parecen bastante a como los dibujó el autor. Pasea él con ostentación su cojera por el escenario y hasta es posible que ponga los ojos en blanco cuando canta. Y ella, al reírse, hace las escalas buchonas que señalan las acotaciones del texto y, cuando la acción lo reclama, desgarra el gesto. Un pero al montaje: muchas vueltas da, aprovechando que el escenario es giratorio, la casa de Friolera, como mucho corre por el Campo Santo la tumba de don Sócrates, el boticario de Las galas del difunto. Siendo buena la idea, no hubiera venido mal menos movimiento, en aras de un mejor seguimiento del texto.

Pasa sin pena ni gloria la escenificación del diálogo ¿Para cuándo son las relaciones diplomáticas?, con el que se inicia la segunda parte. Una escena breve en la que el director de un periódico - Miguel Palenzuela - ordena a un redactor lameculos - Alfonso del Real - la redacción de un artículo en el que se destaque elogiosamente cómo los asesinos del político alemán Walter Rathenau se inspiraron, tal es su opinión, en la actuación de los responsables de la muerte de Dato.


ALFONSO XIII y el DIRECTORIO
MILITAR, que critica VALLE en la
LA HIJA DEL CAPITÁN

Cierra el espectáculo La hija del capitán. Sale a escena, sin que se le nombre, aunque se le reconoce, Primo de Rivera. El agresivo opúsculo da cuenta de las peripecias del general castizo y borrachín, desde sus rifirrafes con la prensa, a cuenta del escándalo provocado por un crimen que salpica y pone en evidencia a las fuerzas vivas del país, hasta el pronunciamiento militar con que los zanja, esgrimiendo, como coartada, un patriotismo de pandereta. Walter  Vidarte es el generalote glorioso, más gesticulante y chillón de como uno se lo imagina. Mario Gas ha logrado dar a esta pieza un cierto aire cinematográfico, como pretendía. Entre otros recursos, ha recurrido a los rótulos habituales en la época del cine mudo y, en la escena del mirador en el Círculo de Bellas Artes, ha sacado buen provecho - aquí, sí - del escenario giratorio. El elogio no alcanza, sin embargo, al desenlace. Está pobremente resuelta y con precipitación la escena de la estación de ferrocarril, como si hubiera surgido una prisa repentina por llegar pronto al final.

Bienvenido, una vez más, Valle, aunque siga siendo una asignatura pendiente.


JERÓNIMO LÓPEZ MOZO
Copyright©lópezmozo


Centro Dramático Nacional
Teatro María Guerrero
C/ Tamayo y Baus, 4
28004 – Madrid
Metro: Colón, Banco de España, Chueca.
Bus: 5,14,27,37,45,52,150
RENFE: Recoletos
Parking: Marqués de la Ensenada,
Pz de Colón, Pza del Rey.

 

Última actualización el Sábado, 01 de Mayo de 2010 11:56
 
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