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Traición. Crítica PDF Imprimir E-mail
Escrito por Eduardo Pérez Rasilla.   
Sábado, 27 de Marzo de 2010 16:00

TRAICIÓN, MAESTRÍA
[2007-03-23]

Por fin va siendo posible ver los textos de Pinter sobre los escenarios madrileños. A la experiencia de la Abadía y del Espańol se suma ahora ésta de la Guindalera con el montaje de Traición.


TRAICIÓN
Maestría

Título: Traición.
Autor: Harold Pinter.
Traducción: Álvaro del Amo.
Espacio escénico: Juan Pastor
Vestuario y ambientación: Teresa Valentin-Gamazo
Iluminación: Pablo Jaenicke
Selección de Música: María Pastor
Diseño Gráfico: LDTLAB
Video: Bernardo Moll
Producción: Teresa Valentin-Gamazo
Prensa: Juana Escabias
Informción: Aitana Blanco
Ayudante de dirección: Andrés Rus
Intérpretes: María Pastor (Emma), Raúl Fernández (Jerry), Álex Tormo (Robert), Andrés Rus (Camarero).
Dirección: Juan Pastor.
Estreno en Madrid: Teatro de la Guindalera,
16 – III - 2007. 

Por fin va siendo posible ver los textos de Pinter sobre los escenarios madrileños. A la experiencia de la Abadía y del Español se suma ahora ésta de la Guindalera con el montaje de Traición.  Faltan aún muchos textos escritos por el premio Nobel inglés que merecerían revisarse, pero, al menos,  en los últimos meses ha sido posible asistir a una pequeña muestra de su extraordinaria escritura dramática.

Traición se presenta en el traducción de Álvaro del Amo, acaso el mejor conocedor de la obra pinteriana y temprano editor y estudioso de su teatro vertido al castellano. Su labor es impecable. El texto resultante de su trabajo es limpio, incisivo, acerado y hermoso, y se revela digno de la escritura de Pinter.  En Traición se aborda el viejo tema del adulterio burgués. Pero sería ilusorio imaginar a Pinter escribiendo una comedia o un drama convencionales sobre este motivo,  pensada como reconvención moral o, por el contrario, compuesta desde un desenfadado cinismo que pretenda situarse por encima de cualquier consideración ética. Tampoco cabía esperar del dramaturgo un divertimento desdeñoso, con sus trucos y sus golpes de efecto,  una historia irresponsable e irrelevante construida con oficio y con el deseo de escandalizar a los bienpensantes o de hacer reír a espectadores poco exigentes. Y, en efecto, Pinter se sirve de la vieja situación del triángulo amoroso para ahondar en el conocimiento de las relaciones humanas, unas relaciones que terminan mostrándose siempre incomprensibles o inexplicables, gratuitas y arbitrarias desde la percepción moral y lógica a la que estamos acostumbrados. Pinter prefiere entrometerse en esos pliegues que hacen opaca la relación entre los seres humanos y poner de manifiesto, mediante la ironía, ese desvalimiento profundo, esa indefensión que muestran ante los otros y ante sí mismos, esa carencia de seguridades y esa imprevisibilidad de sus actuaciones, en suma, esa aleatoriedad de las decisiones y las conductas, que rompen con la ilusión de una voluntad libre y de una trayectoria ética coherente. Los criterios morales y vitales se desvanecen, y los personajes resultan invisibles para los demás.

La construcción de la trama de Traición es verdaderamente magistral. La historia del adulterio se cuenta desde una etapa en la que la relación entre los amantes ha terminado hace ya algún tiempo. Desde esta escena inicial, el dramaturgo se remonta a los orígenes de aquel trato en un proceso de construcción inversa, que no ha sido elegido por razones de virtuosismo o de alarde técnico, aunque Pinter demuestre sobradamente su capacidad para ello, sino como una consecuencia de la lucidez con la que escritor suele escudriñar en los inciertos segmentos que regulan la conducta de sus personajes. Una vez que conocemos la historia del adulterio, desde sus comienzos hasta su final, no hay que suspender el ánimo hasta saber si aquél va a consumarse, sino considerar qué circunstancias condujeron hasta el adulterio, para descubrir finalmente dos llamativas evidencias: la ausencia de una causa comprensible y la incapacidad de los personajes para conocer a sus seres más íntimos –amigo, esposa, esposo- e incluso para conocerse a sí mismos. Todos son perfectos extraños para sí y para los demás. De ahí esa cadena de traiciones –al amigo, al matrimonio, a los criterios estéticos que orientan su profesión, etc.- que amenaza con multiplicarse indefinidamente y, al tiempo que representan la más grave amenaza para el pequeño microcosmos que configuran los personajes,  se resuelve finalmente en la indiferencia, lo que ofrece una desproporción entre lo esperado y lo que resulta, que parece, según lo entendía Kant, amargamente cómico.  Una vez más, Pinter muestra, sin estridencias ni graves gestos de moralista, la disociación entre los diversos  planos – sociales, éticos, emocionales, etc.- que hipotéticamente conviven armónicamente en el ser humano que se denomina a sí mismo civilizado.

La propuesta escénica de Juan Pastor ha sido sencilla pero acertada. Ha tenido clara la importancia del texto de Pinter, la eficacia de su palabra, la precisión escalofriante de sus diálogos. Ha dividido longitudinalmente el escenario en dos partes, para lo que ha utilizado un panel que se hace traslúcido mediante la luz y deja ver, cuando se hace preciso, el lecho que comparten –sucesivamente- las dos parejas que se forman en Traición, y que se emplea también como pantalla para proyectar las fechas en las que transcurren los distintos episodios de la obra, decisión que, personalmente, considero innecesaria, pues la complejidad de la construcción temporal de Traición es accesible para el espectador y constituye además uno de los atractivos de la pieza y una de las claves de la visión del mundo pinteriana sobre la que fundamenta precisamente esta comedia. La parte delantera del escenario, presidida por una sencilla mesa y unas sillas, sirve para el hogar del matrimonio, para los bares y restaurantes en los que se encuentran los amigos o para el salón del hogar clandestino alquilado por los amantes. Esta disposición de la escena permite resolver de forma fluida y rápida las transiciones y mantener el ritmo ágil que exige la comedia de Pinter.

No es fácil el trabajo de los actores. Confiada la obra a unos intérpretes de edades más jóvenes que los maduros personajes de la obra pinteriana, los actores de la Guindalera tienen que enfrentarse a situaciones que, sin duda, exigen de ellos un extraordinario esfuerzo para que su labor no pierda en verosimilitud ni en intensidad. A cambio, se encuentran ante un texto –y ante un espectáculo- que confía exclusivamente en el trabajo actoral, y que propone una situaciones de una depurada teatralidad, las cuales parecen constituir por sí mismas, todas y cada una de ellas, un texto dramático propio.

En suma, un Pinter gozoso, magistral e inteligente. Sería una pena perdérselo.


Eduardo Pérez – Rasilla
Copyright©pérezrasilla


TEATRO GUINDALERA,
Escena Abierta
Aforo: 80 localidades
Dirección: Juan Pastor
C/ Martínez Izquierdo, 20
28028 - Madrid
Taquilla: 91.361.55.21.
Metro: Diego de León –
Parking: Plaza San Cayetano
Cada día se reservan 10 entradas de venta
en taquilla, 1h antes de la función.
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www.guindalera.com

 

Última actualización el Jueves, 06 de Mayo de 2010 10:17
 
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